Enarbolando
con gracia sus pañuelos, la dama exhibe su hermosura
y picardía femenina, mientras el varón deja
en evidencia sus destrezas y masculinidad. La cueca es,
sin lugar a dudas, una seducción, un canto que refleja
el sentir de los chilenos en donde junto a los sentimientos
emanados del corazón, se enaltece nuestra historia,
nuestros paisajes, nuestras penas y alegrías.
Aunque
no existe contacto físico entre la pareja, se produce
una particular comunicación entre el hombre y la
mujer, con miradas seductoras, con sonrisas coquetas, saludándose
con sutiles movimientos al enarbolar los pañuelos.
La
cueca, nuestra danza nacional, adquiere una particular relevancia
durante el mes de septiembre, el mes de las Fiestas Patrias.
En fondas, ramadas, comunidades sociales, centros de diversión,
en casas particulares, la cueca revive y brilla en todo
su esplendor, zapateada de punta y taco, con tamboreo y
huifas, con arpas y guitarras pulsadas por manos diestras,
con canciones entonadas por voces bien chilenazas.
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ARO,
ARO...
La
famosa cueca chilena proviene de los días de
la Colonia, cuando se le conocía como zamacueca,
con notables influencias de esa danza que en 1824
se había popularizado entre los peruanos. Pero,
a decir verdad, la cueca adoptó desde entonces
características bien chilenas, adquiriendo
de este modo su propia personalidad, y se bailaba
en recintos conocidos como “chinganas”.
De
acuerdo con algunos investigadores de nuestra danza
nacional, el nombre de la cueca tendría orígenes
zoomórficos, derivando de "clueca",
tal vez influencia de los movimientos de la polla
al ser requerida por el gallo.
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Mientras
la dama de alguna manera se defiende, el varón ataca
impulsado por algunos estímulos amorosos, conformando
ese singular juego del coqueteo.
Tradicionalmente,
la cueca es acompañada por guitarras y arpas, aunque
en algunas regiones del país se utilizan otros instrumentos,
como las bandas de bronces o de zampoñas, como ocurre
en el norte de Chile. En otras zonas la cueca se acompaña,
además de la guitarra, con piano, acordeón,
pandero, tormento y diversos instrumentos de percusión.
Pero,
eso sí, lo que resulta infaltable es el acompañamiento
de las palmas, golpeadas rítmicamente, con
el fin de estimular a los bailarines. Y claro que
también están las frases graciosas,
como "no los mojen", "voy a ella",
o simplemente el socorrido "aro, aro"...
De
gran riqueza coreográfica, la cueca es un seductor
coqueteo, donde la dama juega con su falda insinuando
sus atributos femeninos, en tanto el huaso zapatea
hasta caer rendido de admiración, rodilla en
tierra.
RIQUEZA DE LAS TRADICIONES CHILENAS
Los
chilenos tenemos hermosas tradiciones, ricas en contenido,
admirables manifestaciones artísticas, una
bella inspiración musical acompañada
de mágicos instrumentos folklóricos,
muchos de ellos de origen prehispánico.
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En
esta armoniosa integración cultural juegan roles
trascendentales tanto la denominada música aborigen
como la música folklórica, cada una representativa
de valores culturales que, de alguna manera, han ido conformando
la identidad de los chilenos.
Así,
canciones y danzas folklóricas de antaño y
de hoy, se dan la mano para estructurar nuestras raíces
musicales.
Sin
duda, el origen de nuestro rico folklore lo encontramos
en la música indígena. Las culturas aymará,
quechua y atacameña, principalmente, plasmaron sus
tradiciones rítmicas y sus sones quedaron estampados
en las páginas de nuestra historia, resplandeciendo
en el norte de Chile.
Por
otro lado, los mapuches y los grupos indígenas de
Tierra del Fuego, contribuyeron con su rica creatividad
musical a plasmar los rasgos culturales provenientes del
sur.
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RAICES
La
música folklórica está ligada,
sin duda, al alma de nuestro pueblo, y cuya principal
representante es, sin lugar a dudas la gran Violeta
Parra. Nuestro folklore es lo que nos identifica,
lo que nos caracteriza ante otras naciones, y por
lo cual debemos sentirnos orgullosos. Cuando nos visita
un turista extranjero lo primero que investiga, al
pretender penetrar en nuestra cultura, tiene relación
directa con nuestro folklore. |
Ahí
están nuestras raíces. Por lo tanto, de ahí
la importancia de conservar nuestros valores autóctonos,
aquéllas tradiciones que revelan el verdadero espíritu
de la idiosincrasia del chileno.
PRESENCIA
PASCUENSE
Debemos
destacar, con toda justicia, los tradicionales bailes folklóricos
de la Isla de Pascua, aunque con evidente influencia polinésica.
Pero, sin duda, pertenecen a nuestro folklore, aunque les
llame la atención a los turistas extranjeros.
Debemos
señalar, orgullosamente, que la Isla de Pascua, pese
a su lejanía del Continente, pertenece al territorio
chileno. Y, por lo tanto, sus bailes, danzas y tradiciones,
forman parte también de nuestro folklore.
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