Historia
del drama en el celuloide:
“101
películas que hay que ver antes de morir”
Si
usted, estimado lector, es amante del buen cine,
debe leer este volumen. ¡Es indispensable!
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Comentarios
y críticas de cintas clásicas, hasta producciones
menores, es factible encontrar en este magistral volumen
que recrea la historia del cine dramático.
La
obra de Steven Jay Schneider, “101 películas
que hay que ver antes de morir”, -que ya es factible
adquirir en Chile- ha sido considerada entre las diez mejores
publicaciones de cine del 2003 por la BBC. Es como introducirse
en la historia de la humanidad a través de la cinematografía.
Se comentan procesos fidedignos vinculados a la creación
a través del celuloide.
Para
alegría de los investigadores del cine chileno, hay
que señalar que en este voluminoso estudio se incorporan
filmes de dos grandes realizadores de nuestro país,
como son Raúl Ruiz y Alejandro Jodorowsky.
El
editor de este magnífico libro advierte, sin embargo,
que “la cifra de un millar de filmes sí basta
para hacerle algo de justicia al arte de las imágenes
en movimiento” Explica: "El dolor de tachar de
la lista varios de mis títulos favoritos quedó
compensado por el placer de leer tantos comentarios maravillosos
de magníficos especialistas".
EXHAUSTIVA
RECOLECCIÓN
Según
la BBC, este libro fue considerado entre las diez mejores
publicaciones de cine del año 2003. Aquí el
lector encuentra una exhaustiva recolección de opiniones
y comentarios de 59 críticos y académicos
de siete países.
Así,
se podrán encontrar nombres como el francés
Jean-Michel Frodon, editor general de “Cahiers Du
Cinéma”; el estadounidense Jonathan Rosenbaum,
crítico de “Chicago Reader”; Philip Kemp,
de “Sight and Sound”; y el australiano Adrian
Martin, director de la prestigiosa revista electrónica
“Senses of Cinema”.
Todos
los comentarios de los 101 filmes reseñados vienen
acompañados de una ficha con datos de producción,
casting, dirección y premios, entre otros.
En
la mayoría de los casos las cintas se acompañan
de fotografías de gran valor estético, sobre
todo de la época del cine mudo, en blanco y negro.
Destacan
comentarios de filmes tradicionales, como “Ciudadano
Kane”, “La dolce vita”, “Los pájaros”,
“Vértigo”, “Psicosis”...
junto a producciones menores, pero que igualmente han impactado
en el gusto del público cinéfilo.
ALTURA
PRESTIGIOSA
Es
interesante advertir procesos históricos, a través
del celuloide. Entender, por ejemplo, que la cinematografía
italiana había llegado a una altura prestigiosa,
cuando apareció el notable filme de Federico Fellini,
“La dolce vita”. Por entonces, Fellini era uno
de los más renombrados directores, con realizaciones
como “La strada” y “Las noches de Cabiria”.
Fellini
integraba el grupo de directores de la postguerra, entre
los cuales se contaban Vittorio de Sicca, Roberto Rossellini,
Michelangelo Antonioni y Luchino Visconti, entre otros.
Todos ellos expusieron, ante la atención del mundo
exterior, los problemas de la postguerra de Italia, y sus
esfuerzos tendientes a la recuperación del país.
Los
famosos estudios cinematográficos de Cinecittà,
por ejemplo, habían sido utilizados durante la guerra
para alojar a los soldados que venían regresando,
malheridos.
La
aletargada industria cinematográfica volvió
a revivir, y de pronto pudo mirar a su alrededor con ojos
despejados, y captar lo que veía.
En
tanto, la industria cinematográfica estadounidense
se desarrollaba con el denominado “cinemascope”,
con uno de sus filmes emblemáticos de entonces, “Tres
monedas en la fuente”, con un argumento que ofrecía
una gira musical a través de Roma.
Por
ello, esta atractiva ciudad europea se había puesto
de moda, y a mediados de la década de 1950 se la
había denominado “el Hollywood del Tíber”.
El
entonces corresponsal del “New York Times” en
Roma, Paul Hoffmann, había escrito refiriéndose
a la Via Veneto, principal arteria y punto de reunión
del sofisticado mundo de intelectuales romano: “Como
era inevitable, el elenco de Via Veneto tenía su
coro de parásitos; deslumbrados provincianos, trepadores
sociales, aventureros, aburridos aristócratas y gente
adinerada, muchachas bonitas a la pesca, posibles estrellas
de cine llegadas de lugares perdidos, y los paparazzi, ignorantes,
en ese momento, de que ese llegaría a ser su nombre
genérico”.
PERSONAJES
AUTÉNTICOS
En
este contexto surgió, entonces, la magistral historia
de Fellini “La dolce vita”. Entre sus personajes
se contaban un periodista demasiado seducido por la gente
y los acontecimientos que cubría; además,
como señaló el investigador de la cinematografía
italiana Hollis Alpert, emergen “una quintaesencia
de reina rubia del cine; una joven aristócrata, aburrida
y pervertida; un escritor intelectual, cuya existencia,
en apariencia colmada, resulta ser una farsa; un castillo
repleto de nobles, extraños seres a la deriva; y
como una especie de contrapartida, dos niños astutos,
que engañan a sus crédulos mayores con el
cuento de que han visto a la Virgen María.
Y
había más en “La dolce vita” de
Fellini: “El lascivo padre del periodista, una bailarina
de club nocturno, prostitutas, actores y agentes, y poetas
e industriales. Los personajes del filme, señala
el investigador mencionado, sacudieron a los italianos por
que parecían tan reconocibles, si no en la vida real,
al menos como típicos en la época.
Este
era el contexto histórico y social en que se desarrolló
“La dolce vita”, una obra magistral que ha quedado
registrada como emblemática en la historia de la
cinematografía mundial.
En
la obra de Steven Jay Schneider, “101 películas
que hay que ver antes de morir”, figuran también
producciones como “Día de la Independencia”,
“Candyman”, “Gladiador”, donde Roma
se recrea de forma soberbia...
Del
mismo modo hay un espacio para el cine periférico
de autores, como el húngaro Bela Tarr, el taiwanés
Tsai Ming-Liang, el iraní Abbas Kiarostami y el japonés
Takashi Miike, entre otros.
REALIZADORES
CHILENOS
Entre
los cineastas chilenos, figuran Raúl Ruiz, de quien
el crítico Jonathan Rosenbaum rescata “Tres
Vidas y Una Sola Muerte” y “El Tiempo Recobrado”.
Sobre la primera película argumenta que "sigue
dando fe del talento imaginativo y postsurrealista del cineasta
como inventor de historias y forjador de imágenes
e ideas mágicas".
Respecto
de “El tiempo...”, de la adaptación de
Proust, afirma que "es tan suntuosa visualmente como
se podría desear de un drama costumbrista y en él
Ruiz explora la tradición, sin duda con una mirada
a Luchino Visconti".
Igualmente
se menciona a “El Topo”, de Alejandro Jodorowsky,
película de la que se señala es "esencia
del western psicodélico, fascinante por ser el producto
de su época. Filme todavía único en
la historia del cine".
Sin
duda, vale la pena tener en la biblioteca personal la obra
de Steven Jay Schneider, “101 películas que
hay que ver antes de morir”... ¡Un buen dato
para los cinéfilos!
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