“A 47 metros” — Comentario de CINE

Dos jóvenes turistas estadounidenses quedan atrapadas bajo el mar dentro de una jaula desde la que querían ver tiburones en vivo y en directo. ¡Esa es toda la película!… Los aderezos son la angustia por el rescate y las escasas esperanzas de supervivencia.

 Por JOBLAR

Conocí a los tiburones en el cine mucho antes del famoso Jaws de Steven Spielberg (1975). En el rotativo Avenida Matta, donde hice buena parte de mi cultura cinematográfica con tres películas al hilo, vi una producción de Samuel Goldwyn Jr (imposible no recordarlo porque eran letras gigantes que ocupaban toda la pantalla panorámica), intitulada Los tigres del mar (The Sharkfighters, 1956). Su director era Jerry Hopper y lo protagonizaba el autodefinido “peor actor de Hollywood”: Victor Mature. Su temática era muy simple: cerca de Cuba (todavía en manos de Batista) un barco experimenta con repelente contra los tiburones.

En esta película, en cambio, Lisa y Kate son dos hermanas de vacaciones en México (una de ellas acaba de tener una desilusión amorosa), que deciden vivir una pequeña aventura: bajan vestidas de subáqueas en una jaula para ver de cerca a los tiburones.

La desvencijada gavia preanuncia un desastre y así es, efectivamente: se rompe el cable y tocan fondo a 47 metros de profundidad. Ahí empieza la carrera contra el tiempo por la falta de aire y el peligro que representan los escualos. Habría que agregar una serie de efectos que produce la presión bajo el agua, pero que aquí se toman poco en cuenta.

El director, Johannes Roberts es inglés, nacido en Cambridge, tiene otros títulos de terror, pero —en este caso— explota no los escenarios y personajes truculentos, sino la paradojal claustrofobia en espacio abierto. Entre paréntesis, las escenas bajo el mar están filmadas en un estudio y los exteriores en República Dominicana.

No es un film de relato, sino de situación. El tour de force quita substancia narrativa y entrega sucesivos momentos de tensión en las que las frágiles e inexpertas protagonistas sacan fuerza de flaqueza para oponerse y vencer a una naturaleza hostil.

Me recordó Enterrado (Buried, de Rodrigo Cortés, 2010) y 1408 (de Mikael Håström, 2007) no sólo por su ambiente claustrofóbico y asfixiante, sino también por las alucinaciones que éste provoca, incentivado por la falta de oxígeno.

Y el final, que en este caso también reserva una sorpresa, preanuncia una secuela.

 (47 Meters Down. Gran Bretaña / República Dominicana / USA, 2017)

 

TRAILER DEL FILM:
“A 47 metros”

PRODUCCIÓN
El Séptimo Arte

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