En mi opinión, una película que no busca gustar ni disgustar y tanto menos ser entendida. El taller es un microcosmos, que manipula a través de la palabra que “puede ser más poderosa que un arma”…
Por JOBLAR
Miembro del Círculo de Críticos de Arte de Chile
Cuando se estrenaron películas como Fresas salvajes, de Ingmar Bergman y Ocho y medio, de Federico Fellini, aquí en Chile la pregunta no era “¿te gustó?”, sino “¿la entendiste?”
Guardando las distancias, puesto que José Tomás Videla es un debutante, con El taller, habría que preguntarse lo mismo. En mi opinión, no es una película realizada para gustar o disgustar, tanto menos para ser entendida. Tampoco es cine puro, como podría ser Brazil, de Terry Gilliam, o Imperio, de David Lynch.
¿Qué es entonces, si es que debe ser algo?
Creo que la respuesta la da el académico que dirige el taller y que dictamina que “el mundo nos está quitando a los poetas”. Lo que queda es el acto poético, la acción poética. Falacia absoluta, porque ambos se pretenden desarrollar en ese microcosmos con gestos como quemar libros o leer creaciones de dudosa calidad.
Porque “la palabra puede ser más poderosa que un arma”, es más que probable que un gesto, como lanzar una botella para que alguien recoja un mensaje, puede transformarse en un cóctel molotov que le quita la vida a un cabo de carabineros. Y el hechor, de poeta idealista, se transforme, a su vez, en criminal y asesino.
Un eslogan como “para terminar con la violencia habrá que derramar sangre” puede derivar en un patológico deseo de llenar un vacío creado por nuestra propia fragilidad. Esa misma que favorece la manipulación por parte del retórico que, con gestos de pseudo taumaturgo, parece prometer escapes hacia callejones sin salida.
El relato, que se complementa con una columna sonora elaborada como una sinfonía, se mueve en torno a un suicidio y un asesinato terrorista. Y ambos nutren los temores y las esperanzas de los miembros del taller, ya que éste se compagina con las estructuras clásicas de una secta política o religiosa. Y, como en todas ellas, no todos sus integrantes podrían ser lo que parecen. La poesía —en homenaje al nihilista poeta desconocido— ya no es parte del patrimonio cultural, sino fuente de temor y alienación.
Una pintora, que no participa en el taller, pero que conoce a algunos de sus integrantes, aparece como una especie de dígito verificador de una clave debidamente encriptada.
(El taller. Chile, 2018)
TRAILER DEL FILM:
«El Taller»
Producción:
Casa Productora
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