Película dramática que —según mi opinión— esconde una alegoría, que tiene que ver con la condición de migrante de paso del hombre común en la actualidad y, además, plantea el tema del “otro”…
Por JOBLAR
Miembro del Círculo de Críticos de Arte de Chile
La temática me recuerda dos clásicos de la literatura y el cine italianos: El difunto Matías Pascal, de Luigi Pirandello, y El pasajero (Professione reporter), de Michelangelo Antonioni. En ambos casos, el protagonista trata de asumir una nueva identidad y ser otro. Pero esa decisión tiene un costo y, a medida que se avanza en la mixtificación, aumentan los problemas.
Georg (Franz Rogowski), alemán disidente, se encuentra en París ocupada por los nazis (pero es la ciudad actual) y recibe el encargo de entregar dos cartas a un escritor que pernocta en un hotel. Cuando descubre que éste se ha suicidado, resuelve hacerse pasar por él y huir de Francia. Todo esto porque el muerto había conseguido una visa para dirigirse a México con su esposa, de quien estaba separado.
Se traslada a Marsella (que es la actual) y conoce a un niño del Magreb (¿alusión al Extranjero de Albert Camus?), que es un clandestino junto a su madre sordomuda. Pero también se le aparece y desaparece una joven mujer, Marie (Paula Beer), que lo confunde dos veces con su marido (y el espectador sospecha quién es éste).
Más aún, cuando conoce a su amante (Godehard Giese), un médico que acude a atender al niño y que también está tratando de salir de Francia.
La atmósfera es la de Casablanca (me refiero a la película de Michael Curtiz, 1942), con la que tiene varios puntos de contacto. No sólo por el presunto triángulo amoroso, sino sobre todo por la sensación de inseguridad, que se expresa en las esperas en los consulados de México y Estados Unidos. Allí surgen personajes extraños, que parecen extraídos de caricaturas de George Grosz: el músico de traje blanco, la judía elegante sin un centavo que cuida a los perros…
Christian Petzold adapta la novela de Anna Seghers (pseudónimo de Netty Radványi, judía comunista que la escribió en 1944 en el exilio), pero la ambienta en un escenario que no es el de los años ‘40 (aunque no hay celulares ni computadores) para insistir acerca de la perenne situación del indocumentado y del ilegal.
En mi opinión, es una alegoría de la condición de migrante del ser humano, con la omnipresencia de un régimen represivo. Me recuerda —¿por qué no?— a tantos chilenos que, en 1973, esperaban un salvoconducto refugiados en una embajada. Y en la actualidad, ¿no es acaso la situación de tantos que tratan de insertarse luchando contra la xenofobia? ¿O, simplemente, la del hombre común que se siente constantemente amenazado por una inseguridad latente extendida en la órbita mundial?
El mismo final abierto plantea una vez más el tema del “otro”. El narrador extradiegético aparece sorpresivamente y lleva a pensar: ¿Quién es, realmente, Georg?
(Transit. Francia, 2018)
TRAILER DEL FILM
“TRANSIT”
Producción:
Trailers Buzz Español
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