La pandemia del Covid-19 deja al desnudo una realidad innegable en Chile: se trata de una sociedad segmentada, donde la distancia social ya existe mucho antes de que se transformara en una exigencia sanitaria.
Se puede ver en
centroartealameda.tv…
Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)
Miembro del Círculo de Críticos de Arte de Chile
Me parece que el trabajo más arduo de “Distancia social”, de Fernando Lasalvia, debe haber sido la edición y el montaje de las más de 100 horas de material fílmico acumulado durante cinco meses de trabajo.
Ese enorme flujo de información se ofrece en tres filones, que me parece el caso de tratar por separado.
El primero es la experiencia de Lasalvia que, cual cura obrero, se va a vivir a un barrio de clase media baja apoyándose en las medidas anunciadas (y no siempre proporcionadas) por el Estado: una caja de alimentos y los 65 mil pesos del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). Los resultados son evidentes: se sobrevive y la dieta obligada genera obesidad. Todo con el control de una especialista.
El segundo es el análisis de la fractura que existe en un país desmembrado, donde la “distancia social” ya existe en forma de “distanciamiento social”. Existe una élite que tiene miedo de que les quiten lo que tienen. Las razones no son explícitas, pero se pueden colegir: porque son fortunas mal habidas; porque la diferencia es demasiado grande; porque los que menos tienen son más que los que tienen… De ahí a decir que se vive en el temor de ser aplastados por “los comunistas” hay sólo un paso; incluso, si quien se atreve a hablar de “paz social” es un empresario como Roberto Fantuzzi. Es un camino fácil cuando la corrupción es gestionada por los más ricos y termina pegando en la pobreza.
El protagonista se va a vivir a Villa Portales, un lugar exorcizado por las “protestas”, que fue edificado en los años ‘50 para solucionar parte de los problemas habitacionales de Santiago. Se aprecia de inmediato que no es una “población callampa” o un campamento: fue construida para personas de clase media. Pero ésta ahora debe padecer una pobreza digna, que —para el gobierno— significa que no tienen derecho a la “ayuda” que se entrega a los más necesitados. Por otro lado, existe una fuerte especulación que ha dado origen en la Comuna de Estación Central a verdaderos monstruos arquitectónicos, que favorecen ese hacinamiento que los ministros de Estado “no sabían” que existiera.
Para ser exactos, el virus llegó desde el extranjero traído por los que pueden permitirse el lujo de viajar, que suelen vivir en los sectores altos. Ellos contagiaron a los que viven en los sectores bajos, porque son personas que recorren toda la ciudad para ir a prestarles servicios, utilizando excelentes vehículos de contagio, que son los medios de locomoción colectiva. Además, son las personas que no pueden quedarse en la casa, porque necesitan trabajar para subsistir.
De allí paso al tercer filón, que es el reporteo de la pandemia desde el punto de vista de los que no pueden darse el lujo de pasarla recluidos. Resultan golpeados en el suelo y —como dice la periodista Alejandra Matus— “la culpa es nuestra”. Esto porque —agrego yo— somos “los porfiados” que no queremos obedecer a una “autoridad” con mascarilla, que hasta hace poco hablaba de “oasis”, de “estamos en guerra contra un enemigo poderoso” y que ofrecía a China la colaboración de expertos chilenos en la lucha contra el Covid-19. El resultado es el “Día de la Marmota” que se repite y repite, con personas que en la televisión repiten datos estadísticos que ya han perdido toda eficacia.
Lasalvia agrega otras entrevistas, pero recomiendo verlas. Que cada uno saque sus propias conclusiones ante tanta falacia, cuchufletas y chirigotas. Mientras tanto, podemos “agradecer las preguntas”.
(“Distancia social”. Chile, 2020)
TRAILER DEL FILM:
“Distancia Social”
Dirección:
Fernando Lasalvia
PRODUCCIÓN:
Fernando Lasalvia
