Un encuentro —¿casual?—, que deriva en una relación que va envolviendo al espectador hasta el punto que ni él ni los protagonistas saben qué es realidad y qué es ficción. Pero, en realidad, el cine es ficción…
Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)
Miembro del Círculo de Críticos de Arte de Chile
James Miller, un conocido ensayista, presenta en Arezzo (Toscana, Italia Central) su libro intitulado Copia certificada (Copie conforme), que trata de demostrar una hipótesis estética: las copias tienen un valor intrínseco superior a las obras originales.
Asiste a la presentación la dueña de un pequeño negocio de antigüedades, junto con su hijo. Es justamente éste el que la constriñe a retirarse antes del final de la exposición, pero deja un mensaje para que Miller vaya a su local a firmarle ejemplares de la obra.
Se presenta, efectivamente, y ella (nunca sabremos su nombre) lo invita a visitar Lucignano, burgo medioeval ubicado a 20 minutos de distancia. Él acepta, pero con una condición: a las ocho debe volver para tomar el tren y partir de regreso a su país.
Personalmente, conozco Lucignano y es una joyita ubicada sobre una montaña. Se atraviesa en 20 minutos y mantiene su aspecto de castillo-ciudad propio de la época comunal. Y realmente los enamorados y los recién casados van al Museo para fotografiarse con “L’albero d’oro” que promete felicidad eterna. Ella estuvo allí, pero con resultados desilusionantes: su marido la abandonó dejándola con el hijo. También, por pura casualidad, Miller la había visto en Florencia mientras le explicaba al niño que la estatua del David, de Piazza della Signoria, era una copia y no el original, que está en la Galleria dell’Accademia.
Mientras están en un café, la dueña cree que están casados. Ella sigue con el juego (les recuerdo que jouer, en francés, y to play, en inglés, significan “jugar” y “actuar”, al mismo tiempo: ambas lenguas se usan en la película, junto con el italiano) y él también entrará en el juego. Y todo sigue hasta el punto que también el espectador entra en el juego, terminando con ellos en el hotel donde presuntamente pasaron la noche de bodas. Allí anochecerá mientras se escuchan las ocho campanadas del atardecer.
Sólo que es necesario recordar la premisa: todos somos copias, porque somos el resultado del ADN de nuestros antepasados. La obra original no existe. Todos somos copias, incluso los que podemos creer que somos diferentes a todos los otros.
Juliette Binoche está encantadora y demuestra que ya va para los 50 años (o tal vez es sólo una excelente caracterización que nos aleja por un momento de sus interpretaciones de Blue, La insoportable levedad del ser o de Chocolate).
Astutamente, Abbas Kariostami, el iraní director de El sabor de las cerezas (que ya pinta los 70 años), escogió para el rol masculino a un desconocido: el barítono británico William Shimell.
Si les llamó la atención la dueña del café, que entre cosas afirma que “un marido te transforma en señora”, hay una buena razón: se trata de Gianna Giachetti, una actriz florentina de 75 años, de vastísima carrera teatral.
¿Monótona? ¿Incomprensible? ¿Engañosa? ¿Viaje sentimental en clave de adulto que pasa a la tercera edad?… Es eso, y mucho más, pero es —sobre todo— una gran película.
(“Copie conforme”. Italia / Irán / Francia, 2010).
TRAILER DEL FILM:
“COPIA CERTIFICADA”
PRODUCCIÓN
CDI Films
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