Dos temas recurrentes y de actualidad, que ya no escandalizan como en otros tiempos. Ahora es necesario un buen guión y buenas actuaciones. Ambos requisitos se encuentran en esta película…

 Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)

Miembro del Círculo de Críticos de Arte de Chile

 Los dos temas centrales de esta película son archiconocidos y ya no impresionan tanto como hace algún tiempo: homosexualismo y alzheimer.

El relato es sencillo y muy lineal. El pianista Sam (Colin Firth) y el escritor Tusker (Stanley Tucci) tienen más de 60 años y son pareja desde un largo período de tiempo. En este momento de sus vidas, saben que el segundo padece de alzheimer y que, ineluctablemente, llegará el instante en que se desconectará de la realidad y su relación, por lo menos para uno de ellos, habrá terminado.

Emprenden, por lo tanto, un viaje en el que quieren visitar a la familia y recorrer los lugares en que fueron felices. Su relación está condenada a transformarse. Cada uno enfrenta la enfermedad de manera diferente: Sam se hace el fuerte, capaz de resistir; Tusker no quiere ser un peso e, incluso, ha decidido suicidarse.

El título original (Supernova) alude a la estrella que alcanza su máximo fulgor para luego consumirse con gran rapidez. Y es lo que siente Tusker, que sabe que pronto dejará de brillar. No se trata de rechazo social de su condición homosexual, sino que es la vida la que pasa la cuenta. “No se debería llorar por una persona que aún vive”, piensa y dice. Sin embargo, del apagarse de su existencia todos se darán cuenta, menos él.

Sería un error detenerme en momentos del relato, que fluye con el ritmo apacible que fluye la vida de dos personas que han alcanzado las metas de sus proyectos de vida. Me interesan, en cambio, las dos temáticas que están en juego.

El azlheimer femenino ha tenido su punto máximo con Julianne Moore en Siempre Alice (Still Alice, de Richard Glatzer y Wash Westmoreland, 2014) y el masculino se ha presentado en la interpretación magistral de Anthony Hopkins para El padre (The Father, de Florian Zeller, 2020). ¿Y por qué no? Me recuerda el monólogo final de Ray Batty en el Blade Runner, de Ridley Scott (1982).

En cuanto al homosexualismo, que muchas veces se insinuó en películas como el western Pueblo embrujado (Warlock, de Edward Dmytryk, 1959), ahora se presenta de manera desembozada. Después de todo, dos cuerpos masculinos desnudos abrazados se puede apreciar también en antiguas esculturas de lucha grecorromana.

Colin Firth ya protagonizó el rol de un “gay” en Un hombre solo (A single man, de Tom Ford, 2009), pero también fue el tartamudo rey Jorge VI en El discurso del rey (The King’s Speech, de Tom Hooper, 2010) además de una gran cantidad de papeles en películas, entre las que se incluyen las de Bridget Jones. Tucci, por su parte, ha sido siempre un actor secundario (lo recuerdo en Spotlight, de Tom McCarthy, 2015) y, por lo tanto, no descolla, pero enternece.

Como buenos actores, son capaces de crear sus personajes sin estridencias ni maqueta alguna, alejándose de los rasgos amanerados de ciertos conductores de la televisión chilena.

Hubo famosos actores cinematográficos a los que se les notaba sus tendencias hormonales (Montgomery Clift, Anthony Perkins, Dirk Bogarde), pero también otros que —como correctos profesionales—, supieron disimularlas con sus creíbles interpretaciones de galanes recios (Rock Hudson, Cary Grant, Tyrone Power).

En lo personal, durante todos los años que trabajé como actor de radioteatro (y como miembro fundador de SIDARTE), conocí a varios colegas homosexuales capaces de interpretar a varones reconocibles como tales. Y, desde mi condición de heterosexual, hace mucho tiempo que me di cuenta que  hay que tener cuidado con “los maricones de adentro”. ¡Y al que le venga el sayo que se lo ponga!

(“Supernova”. Gran Bretaña, 2020)

TRAILER DEL FILM:
“UN AMOR MEMORABLE”

 

PRODUCCIÓN
Zima Entertainment

 

 

 

 

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