Documental acerca del incendio de la Cárcel de San Miguel, que busca denunciar cómo funciona la injusticia en Chile, discriminando a partir del dinero…
Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)
Miembro del Círculo de Críticos de Arte de Chile
Francina Carbonell tuvo, sin duda, un buen profesor de Periodismo Interpretativo. Este documental es periodismo puro que, al presentarse como película, se expresa a través de los documentos escritos y audiovisuales, acompañado por los testimonios de sus protagonistas sobrevivientes.
He visto muchas producciones sobre cárceles, pero tratan siempre de los abusos que se cometen, de la corrupción y de los proyectos de fuga exitosos o no. En este caso, no hay nada de todo esto, sino que se parte con una situación consumada que, de noticia, ha pasado a ser un hecho histórico: 81 muertos debido a un incendio acaecido la noche del 8 de diciembre de 2010 en el penal de San Miguel en la Región Metropolitana en la República de Chile.
El intento de la joven documentalista es mostrar lo ocurrido como el resultado de la inexperiencia de los jóvenes carceleros, que no estaban preparados para una situación de este tipo, y de las dificultades que enfrentaron tanto los bomberos, por falta de protocolos adecuados, como el servicio público de salud que no tenía (ni tiene) capacidad para atender a tal cantidad de siniestrados. De hecho, no está claro por qué empezó el fuego y me queda no tanto la idea de una pelea interna, sino de un intento de fuga a través de un incendio provocado.
En algunas entrevistas, Francina ha insistido en que quiere “desnudar la realidad” de que “hay un sistema judicial para los ricos y otro para los pobres”. Me parece que sobre ése punto no hay dudas y quiero agregar que la idea de “ricos y pobres” implica sólo una cuestión de dinero y no de grupos sociales. Me ha llamado la atención que los presidiarios, que muestra el film, se parecen fisiognómicamente a futbolistas que ganan millones en el extranjero y que pueden venir a Chile a hacer lo que quieren sin riesgo alguno. Sólo se notifica de sus accidentes de tránsito o de su falta de respeto a las normas: para eso son “ricos”, es decir, tienen dinero y hacen ganar dinero a otros, lo que los transforma en intocables.
Fuera de su corte interpretativo, que presenta a los victimarios como víctimas y viceversa (o tal vez a todos como víctimas que comparten la intervención de una némesis ineluctable), quiero destacar la calidad cinematográfica de la cinta. Lejos de ser un producto al estilo de Hollywood (con “jovencitos” imbatibles) son los acontecimientos los que marcan el relato de la cinta.
Los resultados se conocen; sólo se busca denunciar cómo se desarrollaron. Y los ladridos de los perros, junto al canto de los pájaros se transforman en alegoría de la libertad.
Al final —como en El nombre de la rosa, de Umberto Eco—, se trata de una ecpírosis, es decir (como piensan los estoicos), del cierre de un período a través del fuego y el comienzo de otro que podría ser mejor, pero no necesariamente.
Francina Carbonell,
directora
Y un detalle que no es menor. Francina Carbonell Guillón es argentina y, como tal, figura en las redes sociales trasandinas. Nació en Mendoza en 1993 y reside en Chile, donde siguió sus estudios desde cuando tenía casi 12 años. Le ha tocado ver un país extranjero en el que los hechos policiales cubren casi la mitad de los noticiarios televisivos, que lo convierten en un lugar invivible y peligroso. Esto se acompaña a la impunidad de la corrupción política y a la “injusticia” por manos del Estado.
De esa percepción partió un trabajo universitario y después esta película.
(“El cielo está rojo”. Chile, 2021)
TRAILER DEL FILM:
“El cielo está rojo”
PRODUCCIÓN:
Storyboard
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