La historia real de un matrimonio de predicadores norteamericanos, que terminaron ante la justicia, motiva mi reflexión acerca de la manipulación mediática y el poder político de ciertos estafadores y demagogos religiosos…
Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)
Miembro del Círculo de Críticos de Arte de Chile
Lo escribió hace medio milenio Niccolò Machiavelli (El Príncipe, es de 1513): “Por uno que engaña hay otro que se deja engañar”.
Es muy probable que se repita el fenómeno de Judy, cuando Renée Zellweger ganó el Premio Oscar por su interpretación de Judy Garland, en la película dirigida por Rupert Goold, en 2019.
En este caso, Jessica Chastain es una creíble Tammy Faye, conocida evangelizadora televisiva que se hizo ultramillonaria junto a su marido, Jim Bakker (Andrew Garfield, más conocido como Spider-Man), con su programa The PTL Club, conocido también como The Jim and Tammy Show.
La película (del realizador Michael Showalter), reconstruye la vida de esta mujer, que cuando niña tiene una fulguración en una iglesia protestante en 1952 y que, en 1960, conoce a su futuro esposo en el North Central Bible College, marcando para siempre su destino.
Ambos son creyentes en buena fe y creen que la religión no debe ser punitiva, sino que debe exaltar la felicidad. Toma ejemplo de su madre (una excelente interpretación de la LGTBI Cherry Jones), que es aceptada en el templo sólo porque sabe tocar el piano. Su pecado es el haberse divorciado y haber tenido hijos con otro hombre.
Los jóvenes cónyuges tuvieron éxito tocando temas como la homosexualidad, la disfunsión eréctil y el SIDA, además de dirigirse a todo tipo de público. De hecho, Tammy comenzó con un títere confeccionado con la tapa de un jabón en burbujas para el baño en tina.
Viendo el poder de otros predicadores, como el ultraconservador Jerry Falwell (Vincent d’Onofrio, en la película), responsable del apoyo multitudinario a personajes como Ronald Reagan y los Bush, se olvidaron de que “no se puede servir a dos patrones: a Dios y al Dinero” (Mateo 6,24). Al punto de que crearon un parque temático (al estilo de Disneyworld), que tenía por nombre Heritage USA. Es así como piden fondos a la gente, lo que me hace recordar el mejor período de la venta de las indulgencias y —sobre todo—, a la aún vigente Teletón.
Porque —si bien el tema de la película es “cosa de gringos”—, creo que tiene más de algún elemento que puede hacer pensar a los chilenos.
El más importante es el de la implementación de la Teletón, que me vuelve a la mente cuando, en la película, los teléfonos suenan ante la demagógica petición de dinero del predicador, sistema que inauguró el actor judío norteamericano, Jerome Joseph Levitch (más conocido como Jerry Lewis), y que en Chile fue copiado a la letra por empresarios expertos en hacer dinero y la dictadura cívico-militar ansiosa de encontrar una actividad que uniera a un país bipolarizado.
Otro es cómo ha aumentado el peso (sobre todo electoral) de las iglesias evangélicas en el país. Ya no se trata de aceptación de luteranos, anglicanos o pentecostales que traían su religión del país de origen, sino de grupos organizados con fines políticos. No hay que olvidar que inventaron un Tedeum paralelo al Ecuménico tradicional no para agradecer a Dios, sino a la Junta Militar por haber derrocado a Allende y al que han asistido todos los presidentes elegidos democráticamente y la presidenta Bachelet, que recibió un tirón de orejas del Pastor (con un marcado acento a lo Hugo Chávez), por las leyes que estaba propiciando. Por allí apareció también un “Bus de la Libertad” que, paradojalmente, exigía el fin de la libertad de conciencia. Y —guinda para la torta—, una investigación periodística acerca del mal uso que se estaba haciendo de las platas de los feligreses. Pero no ha impedido que hayan querido exigir el 10% de lo que obtuvieron del retiro de los fondos previsionales.
Es decir, lo que empezó como un ataque a la Iglesia Católica Apostólica Romana por defender los Derechos Humanos, derivó también hacia el otro patrón: el Dinero.
Mientras tanto, la Santa Sede se tiñó con las acusaciones de pedofilia. Pero, ése es otro tema: en el caso de los Bakker fue la infidelidad y la conducta homosexual.
La película no profundiza estas temáticas (porque prefiere, por ejemplo, insistir en el quiebre conyugal), pero el espectador atento puede advertir que —más allá del retrato de una ciudadanía estadounidense influenciable (insisto: “siempre hay uno que se deja engañar”), y conservadoramente puritana—, puede encontrar puntos de contacto con esos programas televisivos que llenaban las pantallas chicas chilenas en los años ‘80 o con los antiguos teatros transformados en templos.
Lo que sí es “cosa de gringos” es que los charlatanes y estafadores sinvergüenzas van a la cárcel. En cambio, en Chile no pasa nada y siguen estafando a la gente que sigue creyendo en ellos. Mientras tanto, se horrorizan porque para una ceremonia alguna autoridad no se pone corbata. Claramente, los ladrones de cuello y corbata no pueden tolerar que algunos se nieguen a vestir como ellos.
(“The Eyes of Tammy Faye”. USA, 2021)
TRAILER DEL FILM:
“LOS OJOS DE TAMMY FAYE”
PRODUCCIÓN
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