Un Genio en una botella, que busca su libertad desde hace 3000 años, y una antropóloga, que es aparentemente libre, pero añora una compañía estable. Una curiosa pareja monitoreada por un verdadero “genio” del cine fantástico…
Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)
Miembro del Círculos de Críticos de Arte de Chile
Parto por decir que no es una película para niños y no por su refinado contenido erótico o los grotescos desnudos, sino porque tiene que ver más con temas existenciales, que —en todo caso—, ayudan a la formación del pensamiento reflexivo.
Mi incentivo para ver esta película no fue tanto el argumento (ya bastante trillado, por lo demás), sino que su director es George Miller (Chinchilla, Queensland, Australia, 3 de marzo de 1945), a quien el séptimo arte debe la serie de Mad Max (1979, 1981, 1985, 2015), La brujas de Eastwick (The Witches of Eastwick, 1987), Un milagro para Lorenzo (Lorenzo’s Oil, 1992), Babe, el cerdito en la ciudad (Babe, Pig in the City, 1998), y las dos historias del pingüino Happy Feet (2006, 2011).
Gusta de lo fantástico y cuenta con los medios para desarrollar buenas ideas audiovisuales. Por ello, no me extraña que haya emprendido la tarea de retomar la antigua tradición del Genio prisionero en la lámpara o en la botella que —a pesar de no estar en la colección Las mil y una noches (la agregó, de una tradición oral, Antoine Galland en su edición traducida de comienzos del siglo XVIII)—, se le considera un cuento muy antiguo.
Además de las recientes versiones del Estudio Disney (1992, en dibujos animados; 2019, con actores y un Will Smith para olvidar), hubo varios intentos de desarrollar la temática en películas de entretención familiar y yo recuerdo dos: Aladino y la lámpara maravillosa (A Thousand an One Nights, de Alfred E. Green, 1945, con Cornel Wilde y un Genio femenino interpretado por Evelyn Kayes), y Sabu y el anillo mágico (Sabu and the Magic Ring, de George Blair, 1957, con un Sabu de 1.68 m y un Genio de 1,96 m interpretado por William Marshall). Eran películas de matinée sin referencias eróticas ni desnudos, muy lejanas al expreso realismo de Il fiore delle mille e una notte de Pier Paolo Pasolini (1974), última joya de su Trilogía de la Vida, que incluye el Decameron (1971) y Los cuentos de Canterbury (1972).
Para crear a esta pareja protagónica, George Miller recurre a la andrógina y filiforme Tilda Swinton (como una antropóloga de nombre Alithea), y a Idris Elba, un hombronazo descendiente de una de las 14 etnias de Sierra Leona (como el Genio atrapado por 3000 años, de donde viene el título original de la película).
Ella se niega a pedir los tres deseos, que dejarían libre al Genio, y éste le cuenta tres historias que le incumben, que terminaron mal y que tienen como común denominador a una mujer: la Reina de Saba, una concubina enamorada de un príncipe y una esposa insatisfecha con inquietudes insaciables de conocimientos científicos. Por una razón u otra, el Genio nunca pudo recuperar su libertad.
Se trata de la existencia vista desde una perspectiva femenina y creo que es importante dejar en claro que, según mi percepción, cada relato aparece ante el espectador como Alithea se lo imagina. Ello desfigura una realidad que ya ha sido desfigurada por un narrador.
En verdad, la realidad existe dentro de ella, así como el Genio puede ser un amigo imaginario, capaz de extraer la figura de Albert Einstein de la televisión. No por nada, Alithea ha sostenido siempre que las criaturas mitológicas deberían ser metáforas que preceden a la ciencia.
La libertad y la soledad son los temas recurrentes que constituyen los puntos tangenciales de dos existencias diferentes, pero también muy parecidas. En efecto, ambos protagonistas son huérfanos de cariño. De una relación sentimental pueden quedar algunos recuerdos materiales. La protagonista guardó en una caja los de su vida junto a su marido, así como se puede guardar al Genio en una botella.
La película —que está basada en uno de los cuentos de El Genio en el ojo del ruiseñor (The Djinn in the Nightingale’s Eye, de A[ntonia]. S[usan]. Byatt)—, debe ser vista y no contada. Y el verdadero “genio” es George Miller capaz de fantasear tanto con un futuro distópico como con un pasado que también sólo puede reconstruirse gracias a la imaginación.
¿Y por qué no? Podría ser también una respuesta feminista a la serie televisiva Mi bella Genio (I Dream of Jeannie), que se produjo entre 1965 y 1970 y que reunió a Larry Hagman con la curvilínea Barbara Eden. Señalo también que 51 episodios fueron dirigidos por el chillanejo Claudio Guzmán.
(“Three Thousand Years of Longing”. USA, 2022)
TRAILER DEL FILM:
“ÉRASE UNA VEZ UN GENIO”
PRODUCCIÓN:
TRAILERS IN SPANISH
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