EN RECUERDO DEL GRAN CINEASTA RECIENTEMENTE DESAPARECIDO.
A sus 85 años, Jean-Luc Godard se atreve a decir adiós a lo que ha sido el instrumento de sus más de 130 producciones cinematográficas. Y, como siempre ocurre con estas decisiones estilísticas, no es siempre fácil de asimilar…
Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)
Círculo de Críticos de Arte de Chile
Jean-Luc Godard
Cuando Federico Fellini estrenó Ocho y medio, su obra maestra, en 1963, hubo reacciones contrapuestas: unos decían que era una tomadura de pelo; otros, que era una obra maestra. A fin de cuentas, ambos grupos —a su manera—, tenían razón.
Fellini se divertía con las interpretaciones que hacían de sus películas, pero también había logrado magistralmente hacernos convivir con todos los fantasmas de sus vivencias.
Años antes, en 1960, Jean-Luc Godard había remecido a las plateas con su Sin aliento (À bout de soufflé), ícono de la nouvelle vague, que tuvo gran éxito entre los “entendidos” por su revolucionario uso de la cámara cinematográfica, pero también entre el “grueso público”, porque era una historia policial que se apoyaba en un histrión como Jean-Paul Belmondo.
Después de más de 130 producciones (de las cuales es imprescindible recordar sobre todo las primeras, tales como: Vivir su vida, 1962; El desprecio, 1963; La mujer casada, 1964; Masculino, femenino, 1966), Gordard parece haber resuelto poner un punto final a su obra. ¿Y qué mejor que eliminar el lenguaje, así como puede eliminarse un guión cinematográfico?
Para el glotólogo suizo Ferdinand De Saussure, el lenguaje (langage) es la potencialidad universal de desarrollar un sistema de signos. La lengua (langue), en cambio, es un sistema de signos que forman el código de un idioma y hay que distinguirlo de la palabra (parole), esto es el acto lingüístico del hablante, que es “individual” e “irrepetible”.
En esta película, está evidentemente la palabra, que pone en acción una mujer casada y un hombre soltero que viven una aventura sexual: a través de ella se aman, se pelean (incluso desnudos bajo la ducha), y pueden hasta hablar de la escultura de Rodin, mientras él defeca y bota gases en el retrete frente a la hermosa desnudez de ella.
Pero hay un tercer protagonista: un perro que los acompaña y transita entre los dos relatos de la película: La naturaleza y La metáfora (cuyos títulos juegan también con los vocablos: A Dieu, Oh Dieu). Éste también tiene una lengua, que llega in off al espectador.
Y este último —que es el receptor del intento comunicativo—, tendrá que aceptar que la lengua, producida por ese lenguaje que Godard quiere hacer desaparecer, está anquilosada y reducida a objeto. Y la película lo recuerda a través de Solyenitsin encapsulado en un Smartphone, en los libros que se hojean en varios momentos del film, en los led que reproducen escenas similares a las que estamos viendo en la realidad (como la pareja desnuda en la cama), o a otras definitivamente obsoletas. como El Dr. Jekyll, o Las nieves del Kilimanjaro. O, si no, a través de ventanas como las de Magritte nos comunican con un exterior cargado de irrealidad.
Para ello, se sirvió de un elemento técnico que no todos podrán disfrutar: la tercera dimensión.
La vida es como un crucero que se disfruta y que termina como todas las cosas; o un tren que llega y parte. Las estaciones se suceden y el agua que corre libre entre los bosques nos recuerdan la frase de Heráclito: “Nadie se baña dos veces en el mismo río”.
Pero también están Nietzche y Freud. Incluso aparecen Lord Byron y Mary Shelley, autora de Frankenstein, que habría de ser el nuevo Prometeo. Y no puede faltar la música: unos pocos compases de la Séptima Sinfonía de Beethoven, de la Segunda Sinfonía de Sibelius, de la Marcha Eslava de Chaikovsky o de la Noche Transfigurada de Schönberg, bastan para evocar en la memoria su continuación (para los que las conocemos).
Los que todavía manejamos el lenguaje de la cultura occidental podremos seguir y entender los numerosos llamados al uso de nuestra lengua. Los que nunca lo adquirieron no podrán hacerlo. Y tal vez es eso lo que desea Godard: entregarnos un recuerdo efímero de un sistema de signos que, en el futuro, ya no tendrá validez.
(“Adieu au langage”. Confederación Helvética / Francia, 2014)
TRAILER DEL FILM:
“Adiós al lenguaje”
PRODUCCIÓN:
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