“GÉMINIS: EL PLANETA OSCURO” — JOBLAR COMENTA ESTRENOS DE CINE

No es una película fácil, pero entretiene por la gran cantidad de referencias a otras producciones, al punto que se podría pensar en un homenaje e, incluso, una parodia del cine estadounidense…

 Por José Blanco Jiménez.
(JOBLAR)

Círculo de Críticos de Arte de Chile

 

Esta película rusa me ha traído un sinfín de recuerdos.

No es fácil pretender realizar una película de ciencia ficción sin tomar en cuenta a los dos colosos del género: 2001: Odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, de Stanley Kubrick, 1968); y Solyaris (de Andrei Tarkovski, 1972).

Y a ellos hay que agregar otras obras maestras como Alien: el octavo pasajero (Alien, de Ridley Scott, 1979), Prometheus (de Ridley Scott, 2012), e Interstellar (de Christopher Nolan, 2014).

Tratar de agotar la intertextualidad de Project Gemini es una tarea complicada, pero entregaré algunos antecedentes.

En un futuro próximo, un virus está destruyendo la vida en la Tierra (inútil enumerar las varias películas sobre el tema), y la solución está en crear una Tierra 2.0 en otro lugar del Universo (Interstellar). La esperanza está en una esfera encontrada por paleontólogos que llegó a la Tierra dando origen a la vida (Prometheus), que podría ser instalada en otro planeta similar ubicado a años luz, pero que se puede alcanzar gracias a la información que entrega la esfera.

El Dr. Steve Ross (Egor Koreshkov). ha conseguido descrifrar los códigos lingüísticos de la esfera (La llegada / Arrival, de Denis Villeneuve, 2016), y crear una esfera-gemelo para trasladarla (de allí el doble significado del nombre “Geminis”: la segunda esfera y el segundo planeta Tierra).

Para el viaje se prepara a un grupo de personas, que incluye a tres miembros de la Fuerza Aérea. Ellos acompañan a los científicos, entre los que se encuentra —probablemente por exigencias de equidad de género—, Elizaveta Martínez Cárdenas (una actriz de origen latina, nacida en Moscú en 1986, que está lejos de tener el físico de un Margarita Cansino o de Raquel Tejeda, pero que se la exhibe en ropa interior en una secuencia absolutamente inútil).

Después de un prólogo bien estructurado, el espectador sigue el viaje con buena ambientación y efectos especiales (2001: Odisea del espacio), que no llega a su objetivo, sino a un planeta desconocido. Además, la tripulación se ve expuesta a la amenaza de un extraño ser que surge justamente de la esfera (todas las películas de Ridley Scott y sus secuelas). Gracias a un trozo de tentáculo, Steve descubre que se trata de un biorobot y la infección de su amigo, que aún vive el duelo de la muerte de su hija, lo hará identificar el antídoto para el virus.

No sé si estoy siendo spoiler, porque la película es enrevesada y tiene logrados flashbacks junto a su encinta esposa Amy (Alyona Konstantinova), que sirven para reconstruir una historia de amor amparada en la Ecuación Dirac: dos artefactos o sujetos, por entrelazamiento cuántico, no pueden separarse. El traspaso de secuencia a secuencia se da por fundido, lo que otorga al relato una particular belleza sentimental (Solaris).

No es necesario que siga adelante. Los que gustan del género de ciencia ficción se entretendrán y sentirán el influjo de Interstellar (de la que se prepara una secuela), sobre todo por la relación espacio-tiempo y de Event Horizon: La nave de la muerte (Event Horizon, de Paul W. S. Anderson, 1997).

Pero me voy a permitir una reflexión heterodoxa. ¿Y si todo fuera una parodia del cine de Hollywood? Rusos que actúan con nombres estadounidenses y que tocan temas como la prepotencia y la violencia irracional gratuita me hacen recordar cuando leía Flash Gordon, Buck Rogers u otros personajes de historietas sin mayor profundización psicológica.

Les recuerdo, en cambio, que en 2010: el año en que hicimos contacto (2010: The Year We Make Contact, de Peter Hayms, 1984), todos los mandos de la nave estaban escritos en alfabeto cirílico. Pero aquí se respira un aire enrarecido.

Hay una película menor, que vi hace muchos años: La casa de las tres geishas (Cry For Happy, de George Marshall, 1961), uno de esos productos con que los estadounidenses trataban de hacerse perdonar las bombas atómicas en Japón. Allí se presenta la película Los ladrones de arroz de Yokohama Gulch (The Rice Rustlers of Yokohama Gulch), que hace reír al público que va a verla en el film, por su estupidez: japoneses disfrazados de indios, pistoleros que se quitan las botas antes de entrar al salón y uno de lentes que vuelve a ponérselas porque debe morir “con las botas puestas”.

Seis décadas más tarde, todavía me queda el sabor de la falta de respeto para con los derrotados japoneses. Ahora esta imitación de cómic estadounidense, que podría haber tenido un mejor desarrollo, me hace pensar en una revancha de la nueva Guerra Fría. De hecho, es un buen argumento pero, para mi gusto, mal desarrollado.

(Zvyozdniynrazum / Project ‘Gemini’. Rusia / Chipre, 2022) 

TRAILER DEL FILM:

“GÉMINIS: EL PLANETA OSCURO” 

PRODUCCIÓN:
FilmSelect Español

 

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