Película basada en una novela que, a su vez, se basa en hechos reales. El espectador conoce la intimidad de mujeres que fueron dejadas en la ignorancia para hacerlas manipulables y obedientes. Es la primera vez que pueden tomar una decisión…
Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)
Círculo de Críticos de Arte de Chile
Esta película me retrotrajo a la ambientación de dos producciones relativamente recientes. Una es La bruja (The Witch: A New-England Folktale, 2015), el inquietante film de Robert Eggers, que —en el siglo XVII—, se centra en su extraordinaria protagonista. La otra es La aldea (The Village, 2004), de M. Night Shyamalan, que tiene una sorpresa incluida.
Dejo fuera Testigo en peligro (Witness, de Peter Weir, 1985), y Bendición mortal (Deadly Blessing, de Wes Craven, 1981), porque ambas se desarrollaban en contraste con el mundo del siglo XX.
En Ellas hablan (el verdadero título es Mujeres hablan), los hechos transcurren en 2010, pero el espectador se entera cuando la película ha avanzado bastante.
En efecto, un grupo de mujeres se reúne en un granero para decidir si deben seguir viviendo en una comunidad menonita, en las que las sedan para violarlas durante incursiones que los hombres realizan a sus casas donde viven separadas de ellos. Un grupo de agresores ha sido llevado a juicio más que nada para salvarlos de la venganza de las víctimas.
En esa comunidad se habla plautdietsch, una variedad de bajo alemán oriental del siglo XVI y que todavía sobrevive en los descendientes de menonitas que se radicaron cerca del río Vístula, en la actual Polonia. Se les llama menonitas rusos, porque la emperatriz Catalina II los invitó a vivir en un sector de Rusia donde formaron un grupo apartado del resto de las etnias.
De allí, emigraron más tarde a Canadá hasta que la situación se hizo insostenible y pasaron al resto de Latinoamérica. Por ejemplo, a Bolivia, donde se supone que se desarrolla este relato. En todo caso, la película está en inglés con subtítulos en castellano.
He tenido que informarme por mi cuenta, porque se basa en un libro en parte autobiográfico de la escritora canadiense Miriam Toews, publicado en 2018. Se hace difícil creer que aún existan comunidades de este tipo y, sobre todo, en el mundo occidental.
Si Colonia Dignidad en Chile era un enclave de origen político-religioso, aquí el régimen es integrista con amenaza permanente de ser excomulgados y de ir al Infierno.
La discusión de estas mujeres, que es en tiempo real, puesto que deben tomar la decisión de irse o quedarse antes del amanecer del día siguiente, es llevada de manera brillante por la cineasta Sarah Polley. El espectador va conociendo a las protagonistas por lo que dicen y por cómo interactúan. En ciertos momentos, me recordó 12 hombres en pugna (12 Angry Men, de Sidney Lumet, 1957).
Sentía en mi cabeza cantos de sirena de otros tiempos: “¡Libertad para elegir!”, “Ésa es mi opinión: ¡yo respeto la suya!”, “La mejor salud por lo mismo que paga en el sistema público”. Si la educación es un bien de consumo, las mujeres que no tienen recursos propios no pueden acceder a ella. Para ganarse el Paraíso, tienen que cumplir una misión: ser sirvientas de los hombres y hembras reproductoras.
En algunas comunidades se imponen como axiomas; en otras se difunden con la apariencia del mejor de los mundos posibles.
Pero, a pesar de ser analfabetas, ésta es la oportunidad de abrirse hacia la libertad y podrían atreverse a dar el paso. ¿Qué podrían perder? ¿El Paraíso? En verdad, siempre han vivido en el Infierno.
Las actuaciones son excelentes, plenas de matices y de detalles.
Quiero recordar sólo un momento inolvidable. Rooney Mara es una adulta joven que está embarazada producto de una violación. Sonríe toda la película. Pero la sonrisa se le borra cuando el joven maestro, readmitido en la colonia después que su familia fuera excomulgada, le asegura al despedirse: “¡Siempre te amaré!”.
(“Women Talking”. USA, 2022)
TRAILER DEL FILM:
“ELLAS HABLAN”
PRODUCCIÓN
Universal Pictures México
