Tercer capítulo del spin-off de Rocky. En cuanto a relato y cinematografía no presenta mayores novedades: sólo reconozco algunos mensajes ocultos acerca del triunfo del mundo afro y la diversidad…

 Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)

Círculo de Críticos de Arte de Chile

 

Para mí, el box no es un deporte, sino un espectáculo innoble que saca a flote la bestialidad humana y hace recordar el tiempo de los gladiadores, que no buscaban vencer sino matar. Todo, para beneplácito de un público ansioso de ver sangre y masacre humana.

En mi niñez, el box estaba representado por personajes de historieta como Joe Palooka o Big Ben Bolt, por buenas películas —como La caída de un ídolo (The Harder They Fall, de Mark Robson, 1956), que denunciaba la mafia detrás de la actividad—, o por las noticias. Muchas tenían que ver con la crónica roja y la farándula (Carlos Monzón, Ringo Bonavena, Mohammed Alí aka Cassius Clay), o incluso con un mal entendido amor de patria (como las “hazañas” de Arturo Godoy o Tany Loayza).

En todo caso, lo hacían simpático tiras cómicas como “Castañita” de Leo y “Paquetón” de Lugoze, ambas publicadas en la inolvidable revista “Barrabases”.

La serie cinematográfica de “Rocky” me ha resultado siempre indigerible, por lo menos por dos razones principales: da la ilusión a cualquier predelincuente de que puede ser una persona famosa pegándole al resto y convence a muchos que es una excelente ocasión para ganar mucho dinero haciéndole daño a los demás.

El nivel de vida que Adonis “Donnie” Creed (Michael B. Jordan; no confundir con el basquetbolista Michael Jeffrey Jordan), ha alcanzado, junto a su esposa Bianca (Tessa Thompson), es inmejorable. Ahora es empresario y vive en el lujo, pero reaparece en su vida una némesis de su adolescencia: Damian Anderson. Está interpretado por Jonathan Majors (Kang de Ant-Man & the Wasp: Quantumania), que en la vida real fue delincuente juvenil y que no le cuesta mucho trabajo aparecer como un individuo peligroso.

Sin embargo, la cinta cae en lugares comunes absolutamente previsibles. Lo que la película consigue es mostrar combates en formato IMAX con buen montaje y fotografía.

Y creo reconocer homenajes a púgiles famosos, como por ejemplo, la estrategia de Damian que intenta debilitar a su contrincante psicológicamente, como lo hacía Cassius Clay con sus contrincantes.

Otro detalle es que se trata de un film contado desde un ángulo completamente afro: el único blanco que pelea es un latino (el mexicano Saúl Álvarez, boxeador en la vida real), y lo hacen bolsa, constituyendo un mensaje que no es precisamente persuasión oculta.

Por otro lado, la tesis-antítesis-síntesis acerca de la amistad quebrantada y reconstituida resulta totalmente falsa.

Hay sí una figurita que se roba la película: Mila Davis-Kent, que es la pequeña hija sordomuda y que se expresa por lenguaje de señas. Con una arrebatadora simpatía, constituye otro homenaje a la diversidad en un territorio como Estados Unidos, que se destaca por ser excluyente.

(“Creed III”. USA, 2023) 

TRAILER DEL FILM:
“CREED III” 

PRODUCCIÓN
Warner Bros
Pictures Latinoamérica

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