No es sólo una película sobre víctimas y victimarios. Es el making of de un documental, que permite reflexionar acerca de la invención cinematográfica y de su validez universal. ¡Muy buena!…
Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)
Círculo de Críticos de Arte de Chile
Todo comienza con las preguntas de una niñita que nació muchos años después de los hechos que se pretenden reconstruir. Es la imagen viviente de una generación que desconoce los sucesos terribles que acaecieron y a la que es difícil explicar el porqué de tanta crueldad, de tanta iniquidad.
El público espectador también espera recibir una explicación y ésta se desarrolla mientras Alfredo García y Paulina Costa (ambos de 44 años en el momento que están filmando), se aprestan a plasmar en un documental un episodio doloroso de sus vidas: él, porque su padre —Alfredo García Vega—, es un detenido desaparecido; y ella, porque el suyo —Luis Costa Del Pozo—, logró sobrevivir a las torturas.
El “Punto de encuentro” alude al momento en que Alfredo fue hecho prisionero en una emboscada, pero también al haber tenido que compartir en Villa Grimaldi un cubículo, que sus hijos tuvieron que fabricar para reconstruir cinematográficamente esa instancia.
Dos cineastas usan la ficción para reconstruir lo que vivieron sus padres en un centro de tortura 45 años antes. Ambos involucran a sus familias en el trabajo con los actores. Tras las cámaras se revelan las repercusiones emocionales que tiene para las distintas generaciones lo que pasó, porque sólo uno de sus padres sobrevivió y el otro es hasta hoy un detenido desaparecido.
Aportan información los familiares y, en particular, Silvia Vera Sommer, esposa de Alfredo, que tuvo que pasar por segunda vez por el mismo trance, cuando asesinaron a José Carrasco, su nueva pareja. Todo esto lo expresó en su libro La vida que vivimos, publicado por la editorial Pehuén.
Aquí está presente en la realización de la película, lo que crea un segundo plano que, a su vez, es absorbido por un tercero dirigido por Roberto Baeza.
Dejo de lado el tema político, que puede ser tratado por personas más preparadas que yo. Como siempre, lo que me interesa es la perspectiva semiótica, que me parece lograda al máximo.
Recuerdo ese 9 de abril de 1960, cuando se estrenó La pérgola de la flores, de Isidora Aguirre y Francisco Flores del Campo. Fueron invitadas las pergoleras que se emocionaron por ser ellas mismas las que estaban sobre las tablas. En este caso, ocurre algo parecido, pero recargado de una nostalgia triste. Y se produce una situación similar a “Seis personajes en busca de un autor”, de Luigi Pirandello, pero con una diferencia: son protagonistas en busca de personajes.
El casting y el maquillaje, que seleccionan actores y actrices que se asemejen a los auténticos es impresionante. No puede ser más enternecedora la secuencia en que la verdadera Silvia no puede separarse del ficticio Alfredo.
¡La magia del cine lo ha hecho posible! ¡Es él que ha vuelto, como si nunca se hubiera separado!
Es como la joven que, en “Luces de la ciudad” era ciega y que —al tomar su mano para darle la moneda—, reconoce en el vagabundo a su benefactor.
Otro momento memorable es cuando los prisioneros juegan al dominó con pedazos de papel, que Lucho se llevó de recuerdo entre los dedos de sus pies cuando lo sacaron de su estrecha prisión.
¡No! Esto no es simplemente una película de corte político. Es una experiencia que transmite la validez y el alcance del séptimo arte.
Es por ello que creo que seguirá teniendo buena acogida sobre todo en el extranjero, porque no es simplemente el drama histórico de un país o de un grupo político, sino un mensaje universal del valor del cine como lo entendieron Sergei Eisenstein, Orson Welles o Charles Chaplin.
¡Muy buena!
(Punto de encuentro / Meeting Point. Chile, 2022)
TRAILER DEL FILM:
“PUINTO DE ENCUENTRO”
DISTRIBUCIÓN:
Market Chile
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