Relato que consigue mantener el suspenso y que está confeccionado con el estilo de varios géneros fácilmente reconocibles. Sigue el estilo de Hitchcock, pero con secuencias que son definitivamente “para la galería”…

 Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)

Círculo de Críticos de Arte de Chile

 Esta película es una mezcla de varios géneros: drama, suspenso, denuncia, actualidad, Guerra Fría.

Al estilo de Hitchcock, pero con un innecesario toque erótico, se basa —por declaración de los productores—, en diversos hechos vividos realmente por diversas personas.

El relato se desarrolla en cinco actos bien diferenciados, que reconstruyo con advertencia de spoilers.

Primer Acto: Una persecución en un bosque culmina con un disparo. Se vuelve cinco meses antes a Irkutsk, Siberia, y luego tres semanas antes. El espectador se entera que Mathieu Roussel (Gilles Lellouch), neodirector de la Alliance Française, tuvo la mala ocurrencia de montar un espectáculo con una coreografía homosexual masculina. Es acusado de pedofilia y su mujer e hijita lo abandonan. Se trata de un Kompromat, un complot de acusaciones falsas para incriminarlo. Me recordó El Proceso, de Kafka, y La confesión (L’aveu, de Costa-Gavras, 1970).

Segundo Acto: La cárcel con tintes de El hombre de Kiev (The Fixer, de John Frankenheimer, 1968), y la asistencia de un abogado que consigue una libertad vigilada.

Tercer Acto: La permanencia enclaustrado en su domicilio, sin contacto con el mundo y la sola compañía de un piano. Se suma la ayuda de Svetlana, que fue profesora de francés en la Alliance y está casada con un mutilado héroe de guerra, hijo de Rostov, oficial de la FSB Servicio Federal de Seguridad de Rusia, ex KGB (Michael Gor).

Cuarto Acto: La huída, según el modelo de la serie El Fugitivo (The Fugitive, de 120 capítulos, emitida por la televisión norteamericana entre 1963 y 1967), con Rostov tras sus talones. Cuenta incluso con la ayuda de un Patriarca de la Iglesia Ortodoxa.

Cuarto Acto: La estancia en la embajada de Francia en Moscú, que lo abandona a su suerte, con clara alusión a la guerra en curso contra Ucrania.

Quinto Acto: Se vuelve al comienzo y aquí me detengo. Sólo agrego la relevancia que adquiere Sagarine, un despiadado jefe de Fuerzas Especiales, interpretado por Igor Zhizhikin, a quien —con 1,91 m— ya se vio como “malo” en Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal (Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull, de Steven Spielberg, 2008).

Hay un epílogo, cuya interpretación dejo a l@s espectador@s.

Lo único que me interesa es evidenciar que, en la que pudo ser una buena película de suspenso sin reparos, hay concesiones para la galería como la pelea en el pantano y una secuencia innecesaria que arruina la labor humanitaria de Svetlana, porque —para mi gusto—, no es una mujer que actúa “por calentura”, como suelen hacerlo la mayoría de las “heroínas” cinematográficas.

A ello, hay que agregar la presunta denuncia contra la inequidad de la justicia rusa, que rememora los tiempos de la Guerra Fría. Y —¡a propósito!—, uno de los logros de la película es la percepción háptica del frío imperante, siempre presente en esa tierra, que fue sede de campamentos de prisioneros políticos.

Creo que no es un detalle menor el que, en varios momentos, me pareció que el protagonista era Liam Neeson. Para mí, eso confirma que —más que un documento—, se trata de un producto comercial. Y, como tal, gustará al público en general.

(Kompromat. Francia, 2022).

 TRAILERS DEL FILM:
“KOMPROMAT: EL EXPEDIENTE RUSO” 

PRODUCCIÓN:
Séptimo Arte

 

 

 

 

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