Tal vez el último capítulo de la serie programada hace 42 años y no se puede negar que resulta espectacular desde todos los puntos de vista. Entretiene desde principio a fin y las maravillas de la computación anuncian que los personajes pueden permanecer jóvenes para siempre…
Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)
Círculo de Críticos de Arte de Chile
Harrison Ford tenía 39 años cuando se estrenó Los cazadores del arca perdida (Raiders of the Lost Ark, 1981): ahora tiene 80. En ese momento, la película se publicitó como “El regreso de la gran aventura” y lo era efectivamente, porque retomaba al filón de las antiguas seriales de “cliffhanger”, que —en las cuatro décadas sucesivas—, ha sido plagiado hasta la saciedad.
En ese momento, el impacto de George Lucas con La guerra de las galaxias (Star Wars, 1977), parecía insuperable. Y fue justamente Lucas que se unió a Steven Spielberg, que brillaba con su Tiburón (Jaws, 1975), para crear a un nuevo héroe: Indiana Jones, un arqueólogo que puede ser considerado un saqueador de tumbas, pero que no espera lucrar con sus descubrimientos, sino enriquecer los museos.
Según aseguran fuentes bien informadas, la iniciativa preveía cinco películas producidas por Paramount Pictures, teniendo el cuidado de no identificarlas por número sino por temática. Surgieron así la precuela Indiana Jones y el Templo de la Perdición (Indiana Jones and the Temple of Doom, 1984), Indiana Jones y la Última Cruzada (Indiana Jones and the Last Crusade, 1989) y —después de un largo paréntesis debido desacuerdos en la producción—, Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal (Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull, 2008).
La última incorporaba elementos de ciencia ficción que, para mi gusto, deformaban la intencionalidad de las aventuras precedentes.
Para justificar esta variable, en este quinto (y presunto último capítulo de la saga), el mismo Indiana afirma: “No importa lo que creas, sino la intensidad con que lo hagas”.
Evito siempre ser un spoiler y, en este caso, creo que es innecesario referirme al relato porque —al igual que en las películas anteriores—, la acción fluye sin dar descanso y repite secuencias que el público espera, como carreras en motocicleta, uso y escape desde aviones, una fuga a caballo (en este caso, en medio de un desfile multitudinario y dentro de las vías del ferrocarril metropolitano).
Como siempre hay un objeto que genera la búsqueda. En este caso, es una creación del mismísimo Arquímedes : un aparato mecánico del que aparece la mitad en el prólogo de 28 minutos (allí Harrison Ford es “rejuvenecido” gracias al computador) y que requiere ser completado con un viaje a la costa griega (un casi cameo de Antonio Banderas), y a la Oreja de Dionisio en Siracusa. No va a ser una empresa fácil, porque detrás de esa misteriosa “anticitera” se encuentran también los nazis que han colaborado al éxito espacial de Estados Unidos, pero que esperan cambiar la historia gracias a ella y su capacidad de viajar en el tiempo.
La compañera de aventuras es su ahijada Helen (Phoebe Waller-Bridge, espigada y con mandíbula con tendencia al trismo, 1.77 m, nacida en 1985), a quien en un flashback se le ve también “rejuvenecida”. Ella es una mujer moderna y le interesa sólo ganar dinero, olvidando toda la labor altruista de su padre (Toby Jones).
Y aquí hay otro guiño a Spielberg, puesto que el saquito del que el “malo” extrae los diamantes para sobornarla, recuerda el de Schindler cuando “compra” la libertad de “sus” judíos prisioneros en el tren que debe partir al campo de exterminio.
No faltan los toques de humor, como cuando el regalo por su jubilación no es el clásico reloj pulsera de oro, sino un reloj de mesa. Pero, sobre todo, está la presencia de Teddy Kumar ladronzuelo que acompaña a Helen (el franco-mauriciano-brasileño Ethann Isidore), que con sus 16 años, trae al recuerdo al Wan Li del Templo de la Perdición.
Ese vietnamita (Ke Huy Quan), tenía 12 años, trabajó también en The Goonies (1985), y ganó hace poco el Premio Oscar como Mejor Actor de Reparto en Todo en todas partes al mismo tiempo (Everything Everywhere All at Once, de Daniel Kwan y Daniel Scheinert, 2022).
Y hay dos intervenciones nostálgicas: una es la de John Rhys-Davies, que vuelve a ser Sallah, y la otra es el regreso de Marion (Karen Allen), de la que Indy se había separado.
Absolutamente creíble Mads Mikkelsen (Le Chiffre en Casino Royale, de Martin Campbell, 2006), que —a pesar de ser danés—, interpreta a un jefe nazi alemán que exuda maldad con su aspecto de correcto ciudadano. Si le encuentran algún parecido con un promotor del RECHAZO a una Nueva Constitución, es pura coincidencia.
(Indiana Jones and the Dial of Destiny. USA, 2023)
TRAILER DEL FILM:
“INDIANA JONES Y EL DIAL DEL DESTINO”
Producción:
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