Un juguete cinematográfico placentero, que invita a reflexionar acerca de la validez de la vida en pareja durante dos etapas diferentes de la vida. Mientras tanto, se ventilan homenajes fílmicos por doquier…
Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)
Círculo de Críticos de Arte de Chile
En los créditos finales, Christophe Honoré agradece a una gran cantidad de directores y la verdad es que cumple con un deber que los cinéfilos habrían echado de menos.
La fábula en breve: la relación de María (Chiara Mastroianni) y Richard (Benjamin Biolay, ex marido en la vida real) entra en crisis. Ella acaba de ser engañada por su amante y su marido acaba de descubrir su “desliz” amoroso. Después de un civilizado intercambio de palabras, María decide dirigirse a la Habitación 212 del hotel de enfrente desde donde ve el departamento y al marido.
Desde ese momento, empieza a funcionar el talento de Luis Buñuel. Chiara Mastroianni (que ha heredado los rasgos físicos, la expresividad facial y el tono de voz de su padre Marcello), replica el rol de su madre Catherine Deneuve como una “Belle de Jour”, que tiene amantes más por diversión que por amor. Pero, además, Honoré da vuelta la ecuación y —si en Ocho y medio Mastroianni como alter ego de Federico Fellini reunía a todas las mujeres que habían ocupado un espacio en su vida en un solo lugar—, aquí es la cuarentona la que ve aparecer en su cama a todos los hombres que ha tenido.
Pero esto no es lo principal. En realidad, lo importante es que aparece su marido como era 20 años antes, cuando se había enamorado de él. Y también la amante de éste, Irene (Camille Cottin), una profesora de piano, que viene a buscarlo después de tantos años. Es decir, ambos cónyuges se reencuentran con sus amores juveniles, que se encendieron por sus afinidades y deseos sexuales. Donde fuego hubo, cenizas quedan. Pero, sobre todo, han cambiado las exigencias corporales. Y María, que se conserva en plena ebullición hormonal, recibe la visita de su madre y de su abuela que aclaran que la tendencia ninfómana tiene carácter familiar.
En una película tradicional, todo habría sido un sueño con una clara distinción de lo real y lo fantástico. Pero, no seguir el estilo de Buñuel y de Ingmar Bergman sería un desatino. Por eso, todo fluye sin barreras temporales y espaciales: como cuando las dos mujeres llegan a la casa de Irene sesentona en la playa.
Comedia agradable y dicharachera, que puede ayudar a la mantención de la vida de pareja.
¡Y atención! La Habitación 212 está muy cerca de la 217 de la novela El resplandor (The Shining, de Stephen King) que inmortalizó en el cine Stanley Kubrick en 1980. No creo que sea casualidad.
(Chambre 212 / On a Magical Night. Francia, 2019)
TRAILER DEL FILM:
“HABITACIÓN 212”
PRODUCCIÓN:
Analía Sánchez
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