Nueva versión de la obra de Alice Walker, esta vez como comedia musical. Dirigida por un auténtico afro, tiende más al espectáculo que a la dramática puesta en escena. La esclavitud no es una cuestión de raza, sino más bien de una tendencia del ser humano, sea como cuestión de género o de condición socioeconómica…
Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)
Círculo de Críticos de Arte de Chile
Las expectativas que tuvo Steven Spielberg, en 1985, al adaptar para el cine The Color Purple, de Alice Walker (Premio Pulitzer 1982), se vieron definitivamente naufragadas cuando tuvo 11 nominaciones a los Premios Oscar sin ganar siquiera uno.
Les recuerdo que la gran ganadora fue África mía (Out of Africa, de Sydney Pollack), por lo que los galardones quedaron en tierra semítica, puesto que – tanto Pollack como Meryl Streep, eran también judíos. Un detalle, eso sí: mientras una película se refería a personas de raza negra en América del Norte, la otra tenía como protagonistas a blancos en el África Negra.
Pero, viniendo a la película que nos interesa, me sigo preguntando qué objetivo (fuera del comercial), tenía tanto la primera versión como ahora su transformación en comedia musical. Recuerdo que, cuando niño, vi Porgy and Bess, de Otto Preminger, 1959, donde los blancos no eran los malos y los afros los buenos, como en La cabaña del tío Tom. O Canción del Sur (Song of the South, de Harve Foster y Wilfred Jackson, 1946), que sigue interdicta para los formatos familiares.
La idea parecía ser quitar a los “ciudadanos” norteamericanos el baldón de esclavistas crueles y abusadores: también los negros podían serlo. Era el sistema patriarcal (heredado de África), el responsable de todo: incesto, violencia inaudita contra la mujer, ausencia de derechos civiles, ningún respeto por la maternidad.
En la película, es la liberada Shug Avery la que explica el título: el color púrpura representa la transformación espiritual de la que la protagonista no se da cuenta: “Yo creo que Dios se enoja si tú ni siquiera te das cuenta que tienes frente a ti el color púrpura del campo de flores”.
En efecto, la supervivencia de Celie (¿se le puede decir vida a su existencia?), es posible gracias a su deseo de volver a ver a su hermana y a la esperanza de que su hijo y su hija vivan aún.
Todo el público hace fuerza junto a ella con la esperanza que pueda salir de esa esclavitud, que ya no es la de los blancos que los trajeron en cadenas, sino la que le impone su propio pueblo.
Mientras tanto, el director Blitz Bazawule —nacido en Accra (Ghana), en 1982—, no tiene inconveniente en dirigir a un cast de su misma raza para que interpreten blues, jazz, ragtime y góspel. Y allí está la debilidad de esta versión: la intensidad dramática se desdibuja con la fractura de los números musicales, que devuelve a espectadoras y espectadores a “la realidad”: ¡lo que están viendo es sólo una ficción!
Además que dura dos horas con 21 minutos, lo que —por lo menos a mí—, me cansó.
(The Color Purple. USA, 2023)
TRAILER DEL FILM:
“El color púrpura”
PRODUCCIÓN:
Warner Bros Picture LA
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