Parábola de la añoranza de lo que no se dijo y de lo que alguien no se atreve a decir por temor a los prejuicios o por inmadurez. Película de misterio que se resuelve en fantasía…

 Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)

Círculo de Críticos de Arte de Chile

Nada de eufemismos ni de incluir homosexuales por exigencias de contrato. El protagonista es homosexual y también es homosexual el vecino que se le ofrece como pareja. Se da la casualidad que ambos viven en las afueras de Londres, en un enorme edificio que los tiene como únicos ocupantes. Pero Adam (que se llama como el progenitor del Antiguo Testamento), tiene miedo de intimar con Harry, que llega incluso a tocar su puerta con una botella de licor en su mano.

Las efusiones sexuales entre personas del mismo género ya no son novedad, aunque hasta hace poco eran toleradas (y aplaudidas) sólo entre mujeres. En esta película, todo fluye con sinceridad y el protagonista cuarentón es un guionista cinematográfico que se comunica con el mundo por vía virtual, que tiene miedo de entrar en contacto con los demás y que se siente ligado a los fantasmas de su infancia: no por nada, quedó huérfano a los 12 años.

Pero, sus ansias de apoyarse en sus seres queridos lo llevan a visitar la casa donde transcurrió su infancia y a compartir con ellos como si fueran seres reales, plasmados para siempre con el aspecto que tenían antes de morir.

Quiero recordar que “fantasma” significa en griego “producto” de nuestra imaginación y no son necesariamente seres horribles que hay que temer.

Sus padres se presentan como personas cariñosas y obsecuentes que aceptan al hijo como es y lo apoyan en sus decisiones.

No se trata de una película de terror y ni siquiera de misterio. La considero una parábola de la añoranza, de la necesidad de ser humano de decir lo que no se atrevió a decir o no se atrevió a ser en su momento. Está claro que se trata de una experiencia que no podrá compartir con nadie, porque es tan personal como los propios pensamientos. No vemos con nuestros ojos, no escuchamos con nuestros oídos, no olimos con nuestro olfato, no tocamos con nuestro tacto, no degustamos con nuestra lengua y cavidad bucal: es el cerebro el que lleva a cabo esas tareas, incluso cuando dormimos.

Dejarse llevar como en un sueño puede llevar también a una nueva posibilidad de amor. Y todo eso se puede plasmar en un film.

Basada en la novela Verano con extraños (異人たちとの夏 – Ijintachito no natsu), de Taichi Yamada, que propone eso sí una relación heterosexual, es para mí una parábola de la añoranza de lo que no se tuvo y del miedo a asumir lo que ahora se puede tener.

Tiene una gran delicadeza y merece ser vista con amplitud de criterio. ¡Buena!

(All of Us Strangers. USA, 2023)

TRAILER DEL FILM:
“Todos somos extraños” 

PRODUCCIÓN:
20th Century Studios LA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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