Pasando de la distopía a la ucronía, la película plantea la posibilidad del estallido de una guerra contra el Presidente en Washington, promovida por los Estados de Texas y California. El desarrollo de la misma está descrita a través del viaje de dos fotógrafas y dos reporteros que cubren el evento…
Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)
Círculo de Críticos de Arte de Chile
Parece que el cine está pasando, poco a poco, de la distopía a la ucronía, esto es, a una historia alternativa a la oficial como, por ejemplo, en dos películas de Quentin Tarantino: Bastardos sin gloria (Inglourious Basterds, 2004) y Érase una vez en… Hollywood (Once Upon a Time in… Hollywood, 2019).
Alex Garland fue el guionista de 28 días después (20 Days Later, de Danny Boyle, 2002), y algo queda de esa idea, porque aquí no es un grupo de sobrevivientes que escapan de un virus mortal, sino de tres profesionales y de una aprendiz que van en búsqueda del peor de los virus: la guerra.
La película empieza cuando ya está en curso una insurrección contra el Presidente de Estados Unidos, que se presenta en televisión anunciando que el intento de derrocarlo está a punto de fracasar.
Mientras tanto, en una Nueva York en la que el agua escasea, la confrontación se da en forma de atentados terroristas y el reportero Joel (Wagner Moura), junto a la experimentada fotógrafa Lee (una Kirsten Dunst al máximo), deciden llegar a Washington para entrevistar al Primer Mandatario. Muy a su pesar, están acompañados por Jessie, una joven que quiere ser reportera (Cailee Spaeny, la “Priscilla” del film de Sofia Coppola), y Sammy, un veterano periodista con problemas de movilidad por su obesidad (Stephen McKinley Henderson).
El público no debe esperar una película bélica del tipo En busca del soldado Ryan (Saving Private Ryan, de Steven Spielberg, 1998), pese a que el ruido de unos helicópteros inducen a recordar Apocalypsis Now (de Francis Ford Coppola, 1979).
Aquí, el conflicto es más socarrón y solapado: en realidad, están todos contra todos. En la Guerra de Secesión de 1861-1865, había uniformes y banderas. En el film, a lo más se ve flamear una bandera con barras y dos estrellas. El grupo pasa por una situación más espeluznante que la otra, pero definitivamente predomina la ley de matar para evitar ser matado: no hay ideología, sino violencia incontrolable.
Amargas secuencias que hacen pensar en Vietnam, pero también en Chile con torturados y fosas comunes. Y el episodio más electrizante es el del soldado (Jesse Plemons) que juega al gato y al ratón con el grupo exigiendo identificación sin identificar a cuál bando él pertenece, transformándose en una personificación de la muerte detrás de anteojos color de sangre.
No voy a hacer spoiler. Simplemente, diré que las razones de la sublevación están en el deseo del gobernante de eternizarse en el poder y de sus medidas provocatorias, las que se conocen a través del desarrollo del relato.
Mientras tanto, el cuarteto protagonista trata de desarrollar su trabajo, que cada vez se presenta como más alejado de la realidad. De hecho, lo que se ve a través de la lente de la cámara pareciera ser una circunstancia que no está ocurriendo y que sólo es necesario registrar: aunque sea acribillada una persona que apreciamos o que ha hecho mucho por nosotros.
Se trata del valor del reportero de guerra, que se basa en una extraneidad a los acontecimientos que lo rodean, como Lee rememora en algunos momentos: fotografió, por ejemplo, a un hombre que era quemado vivo al mejor estilo de Perro Mundo (Mondo cane, de Gualterio Jacopetti, Paolo Cavara y Franco Prosperi, 1961).
Para mayor eficacia, todo lo que es fotografía aparece como imagen fija en blanco y negro.
Otro elemento significativo lo constituye el pretender que nada está pasando, como en el pequeño pueblo donde el equipo protagonista se detiene a probarse ropa, porque los habitantes creen estar fuera del conflicto o prefieren no preocuparse de él. ¿No es acaso lo que ocurre cuando día a día mueren personas masacradas como bestias y muchas personas reaccionan como si esos hechos no existieran?
El fracaso de la democracia se demuestra en la demonización del adversario político, aunque no se sepa exactamente quién es en un país donde el uso de las armas está permitido y donde muchos pretenden una superioridad ética que pretende eliminar al resto.
Por su parte, la neutralidad de los reporteros se expresa en registrar los horrores más feroces no sólo como una forma de denuncia, sino también como una especie de narcosis profesional.
¿Por qué prefiero calificar Guerra Civil como una ucronía? Me llama la atención que el material de guerra se vea anticuado, pero sobre todo se usan máquinas fotográficas con antiguas cargas de película negativas y no cámaras digitales. ¿O es muy tonto lo que estoy diciendo?
(Civil War. USA / Gran Bretaña, 2024)
TRAILER DEL FILM:
“Guerra Civil”
PRODUCCIÓN:
FilmSelect Español
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