“CAMINEMOS VALENTINA” — JOBLAR COMENTA ESTRENOS DE CINE

La verdadera historia de dos aspirantes a monjas, que colgaron los hábitos debido a los abusos sexuales a los que fueron sometidas…

Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)

Círculo de Críticos de Arte de Chile
 

De las tantas películas que han presentado el tema del abuso infantil por parte de religiosos, me han remecido sobre todo dos: La mala educación, de Pedro Almodóvar (2004), y El Bosque de Karadima, de Matías Lira (2015).

En el primer caso, fue por el mal recuerdo de la cerrada pronunciación española de esos curas que predicaban en Chile con el rito tridentino, asumiendo una ficticia superioridad similar a la que imponían en sus ex colonias en nombre de Dios.

En el segundo, por la impunidad que rodeaba a un griego que —sirviéndose de una presunta santidad—, podía hacer lo que quería con los jovencitos bien que tenía a su cargo.

Caminemos Valentina, que alude tanto a la posibilidad de conversar mientras se camina fuera del convento, como a la posibilidad de seguir una vida juntas, está basada en Raza de víboras, libro de Sandra Migliore, que sufrió abusos sexuales mientras era postulante en la congregación Hermanas Educacionistas Franciscanas de Cristo Rey, en San Lorenzo, pequeña ciudad argentina de Santa Fe.

Me voy a referir al relato de manera muy somera porque, a este punto, casi todo el público lo conoce: dos postulantes fueron abusadas, en tiempos diferentes, por la misma monja y sus quejas no fueron escuchadas. Es la típica historia de acoso producto de la superioridad en una estructura vertical: una denuncia resulta inútil y, además, trunca la futura carrera.

Pero aquí se agrega otro elemento: la víctima es más culpable que la victimaria por haber provocado con su juventud y sus talentos. Y todo por la voluntad de Dios, cuyos designios son inapelables. Pero todo se desmorona cuando la Madre General, que parece el mismísimo Satanás, trata de comprarse a la joven que, al tomar la decisión de irse, pone en riesgo a esa rama del clero regular.

La película se desarrolla con una serie de flashbacks y flashforwards en los que se aprecia la labor montajista caligráfica de Silvio Caiozzi, sobre todo en las secuencias fotografiadas en sepia.

Alberto Lecchi, director de Nueces para el amor (2000), reconoce que fue el inolvidable Eliseo Subiela el que le hizo conocer el libro (y a quien reconoce en los créditos finales), pero no se sintió capacitado para llevarlo a la pantalla. Y la verdad es que resulta difícil no caer en lo truculento o lo escabroso.

Me interesa reflexionar sólo acerca de un punto que me ha llamado y me llama a reflexionar: la relación sadomasoquista. Cuando se estrenó Histoire d’O (de Just Jaeckin, 1975), que lanzó a una efímera fama a la parisina Corinne Cléry, se buscó una explicación acerca de cómo es posible que una mujer se someta a vejámenes increíbles. Y la respuesta que algunos encontraron fue la actitud de entrega que suelen tener las que ingresan a un convento: así piensan que ganarán el Paraíso.

Y hay otro tema que la película no toca. ¿Dónde está la base de la relación lésbica? ¿Fue de naturaleza o fruto de la experiencia conventual?

(Caminemos Valentina. Argentina, 2023) 

TRAILER DEL FILM:

“Caminemos Valentina”

 

DISTRIBUCIÓN:
Cinépolis

 

 

 

 

 

 

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