“NADA QUE PERDER” — JOBLAR COMENTA ESTRENOS DE CINE

El drama de una madre que se ve separada de su hijo, aparentemente por el bien de ambos. Película sin estridencias, en la que el público tiene la palabra…

 Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)

Círculo de Críticos de Arte de Chile

 

¿Dónde empiezan los derechos del niño y terminan los derechos de la madre? Ésa es la principal pregunta que plantea la opera prima de la directora francesa, Delphine Deloget (Paimpol, Côtes –d’Armor, Bretaña, 7 de octubre de 1975), cuando narra la historia de Sylvie (la belga Verginie Efira, 1977, ya notable como la Benedetta, de Paul Verhoeven, 2021), una madre soltera, que debe entregar a Sofiane, su hijo menor, a los servicios sociales para proteger su vida.

Todo empieza con una loca carrera de un preadolescente que lleva a su hermano herido al servicio de urgencia del hospital, en medio de la noche. con el único medio de transporte que tuvo a mano: un carro de supermercado.

El niño resultó quemado con el aceite hirviendo con el que se preparaba papas fritas, a las tres de la mañana.

La madre estaba trabajando como barwoman en un local nocturno en el que pernoctan los borrachos y se consume alcohol y droga.

Contrariamente a lo que ocurre en otros países, el Estado francés toma cartas en el asunto, porque el accidente es registrado en el hospital y en la policía.

La existencia de Sylvie es caótica y desordenada. La vida de Sofiane, que tiene síntomas de autismo, está en riesgo y los servicios sociales deciden llevarlo a una institución para cuidarlo.

La trama jurídica y burocrática es el núcleo del film. Sin embargo, a pesar de que afectivamente quiere poner a l@s espectador@s de parte de la madre, la máquina institucional no aparece ni perversa ni digna de la peor propaganda anticomunista de la Guerra Fría.

Realmente, siento que Sofiane está mejor donde está, mientras Sylvie —que sigue cometiendo errores e irresponsabilidades—, no mejore su actitud ni equilibre su situación. Incluso, su comportamiento causa sospecha en sus amigos que ya no quieren confiarle el cuidado de un bebé.

El cine acostumbra mostrar los establecimientos que recluyen a menores como el reformatorio de Los cuatrocientos golpes (Les quatre cents coups, de François Truffaut, 1959), pero los tiempos han cambiado y se nota también en la película chilena Mis hermanos sueñan despiertos, de Claudia Huaiquimilla, 2021).

 Más desesperada resulta la cinta canadiense Mommy (de Xavier Dolan, 2014), con un adolescente que termina en un hospital psiquiátrico.

Aquí la que corre el riesgo es la protagonista, cuya vida psíquica se deteriora cuando le quitan al hijo y se percata que su vida ha valido poco. Comprende que la falta de la figura paterna (se supone que está muerto el padre de los niños, o es como si lo estuviera), no puede reemplazarse con otra pareja y menos con el hijo mayor, que de hecho lo ha sustituido y al que ha obligado a estudiar trompeta para satisfacer la oportunidad que ella perdió.

Todo lo que relato se presenta decorosamente y sin estridencias de telenovela. Sobre el contenido, el público tiene la palabra.

(Rien à perdre. Francia, 2023).

TRÁILER DEL FILM:
“NADA QUE
PERDER”
 

DISTRIBUCIÓN:
Divisa Red

 

 

 

 

 

 

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