Película restrospectiva basada en la unidad aristotélica de lugar que entretiene e invita a reflexionar acerca de la existencia que se repite en los roles y en los ritos…
Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)
Círculo de Críticos de Arte de Chile
Al ir a ver una película que es el fruto de la colaboración de Robert Zemeckis y Tom Hanks, parto con un prejuicio: ¡Tiene que ser buena!
Y esta vez tampoco me equivoqué, puesto que entretiene dejando la extraña sensación de que el tiempo no pasa al ver a Tom Hanks y Robin Wright como eran hace 30 años, cuando protagonizaron Forrest Gump (1994).
La película tiene un tour de force, que ya ha sido utilizado en otras ocasiones, como en La familia (La famiglia, de Ettore Scola, 1987), gran clásico del cine italiano: todo transcurre en un mismo espacio cerrado.
Pero hay una segunda exigencia: al igual que en La soga (The Rope, de Alfred Hitchcock, 1948), toda la acción está fotografiada como un plano secuencia.
Todo parecería un teatro filmado si no se saltara de una época a otra y si no hubiera una veloz secuencia de varios milenios (incluidos los dinosaurios), como en La máquina del tiempo (The Time Machine, de Simon Wells, 2002), hasta llegar al siglo XXI. Es verdaderamente una alegoría: las personas pasan (homo sapiens, indígenas, colonos, Benjamin Franklin, un sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial, un fanático de la aeronavegación, un núcleo familiar afroamericano, los inventores de un sofá que permite no tocar el piso con los pies y la tierra permanece.
Incluso, me hace pensar en la frase final de Los siete samuráis (七人の侍 Shichinin no samurái, 1954), cuando Kanbei, contemplando las tumbas, sostiene que los perdedores son ellos mismos y que los vencedores son los campesinos.
En el salón, se suceden los muebles y las personas que cumplen sus roles de maridos, esposas, hijos, abuelos, nietos. Y Zemeckis los coloca como piezas en un tablero de ajedrez, como títeres en un pequeño escenario transformando ese espacio en una matrioska de la existencia humana.
El “hic et nunc” del mensaje semiótico se transforma en un “hic et semper”, pero sobre todo en un “hic”, o sea, en el “Here” del título de la película. Esto, porque a la aristotélica unidad de lugar no corresponde una unidad de tiempo, que se fragmenta y desalínea para transformarse en un eterno retorno. La escansión temporal está evidenciada por los amores que se consuman, por los funerales (el recuerdo de uno de ellos reaparece como un resto arqueológico siglos más tarde), por los cumpleaños, por las Navidades y por los Días de Acción de Gracias.
Dejando de lado reflexiones como la máxima de Séneca (“La vida no es breve; los hombres la hacen breve”), quiero sólo señalar algunas autocitaciones de la obra de Zemeckis: gracias al computador, a Hanks La muerte le sienta bien (Death Becomes Her, 1992), la cámara permite un Volver al futuro (Back to the Future, 1985-1990), y —como en ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (Who Framed Roger Rabbit?, 1988)—, el padre que recomienda al hijo afro comportarse de una determinada manera si es detenido por un policía, puede decir: “¡Me dibujan así!”.
TRÁILER DEL FILM:
“Aquí”
Here
USA
Año: 2024
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