PROFUNDO PESAR POR DECESO DE JULITO VIDELA, CARISMÁTICA FIGURA DE RADIO Y TV

La inesperada noticia sorprendió al medio de las comunicaciones… El destacado hombre de radio y televisión, de brillante trayectoria profesional, falleció de un infarto agudo al miocardio… Considerado un ícono de las comunicaciones, su abrupta partida ha conmovido a la opinión pública…

 Por Francisco LEAL DÍAZ

 

SANTIAGO (Chile), 14 de Noviembre — 2020.-  Aplaudido desde sus inicios, Julito Videla sembró empatía desde el comienzo de su carrera en medios de comunicación, desde cuándo comenzó a enfrentar los micrófonos en la Radio Carrera.

Entonces destacó por su carismática voz, su grata sonrisa, su coloquial personalidad, atributos que mantuvo a lo largo de sus más de 50 años frente a los micrófonos.

Hizo escuela en los medios radiales, primero; y después en la televisión. Su sencillo y cercano estilo para comunicarse con los auditores, le significó a Julito Videla un permanente reconocimiento de la audiencia, que lo siguió con lealtad a través de los años y en los distintos medios en los cuales trabajó.

Su estilo coloquial, humano y ameno, a la vez, le significó destacar con éxito y ser considerado como un profesional consecuente, ejerciendo su oficio radial y televisivo con responsabilidad, respeto y credibilidad.

GRAN ENTREVISTADOR 

Su particular forma de encarar a sus entrevistados fue profusamente elogiada por los auditores y televidentes. Preguntaba con prudencia, sin agresividad —como ocurre a menudo en la actualidad—, y permitía que sus invitados se explayaran sin interrupciones impertinentes, como ocurre hoy con frecuencia tanto en radio como en TV.

La gran característica de Julito Videla, frente a sus entrevistados, era que sabía escuchar y no pretendía lucirse ante quienes tenía al frente. Por el contrario, escuchaba y preguntaba cuando el tema lo requería, lo que sinceramente agradecían sus entrevistados.

Hoy, por lo general, las nuevas generaciones de periodistas hacen preguntas para lucirse, se responden ellos mismos y, además, argumentan antes de cederle la palabra a sus invitados. Y, por supuesto, resultan impertinentes al interrumpir con insistencia.

Julito Videla mantuvo siempre la técnica de la “vieja escuela”: escuchar primero y luego interrogar.

En su cotidiana actividad profesional, Julito Videla fue siempre impecable, honesto y transparente. Además, desarrolló otra característica poco común en el medio de las comunicaciones: fue un buen compañero de trabajo, colaborador y protector con las generaciones emergentes. Numerosos testimonios se han escuchado en estos momentos de jóvenes locutores y periodistas que trabajaron con Julito Videla. 

BONHOMÍA FAMILIAR 

Su bonhomía trasuntó igualmente a su entorno familiar, junto a su inseparable esposa, Margarita Orellana (a quien llamaba cariñosamente “Piru”); candor que también siempre tuvo por sus cinco hijos y sus nueve nietos.

Para sortear los meses más conflictivos del confinamiento, a consecuencia de la pandemia del coronavirus, Julito se había establecido con Piru en su residencia de Viña del Mar. Allí permaneció prácticamente los meses más intensos del confinamiento impuesto por las autoridades sanitarias.

Los vecinos solían verlo caminando y saludar con su perenne sonrisa de amistad, carismática y cordial. Se le conocía por su caballerosidad y su respetuosa cortesía; demostrando el mismo respeto evidenciado con sus entrevistados frente a cámaras y micrófonos.

Como un designio marcado por el destino, Julito Videla se trasladó de Viña del Mar a Santiago —el jueves 12 de noviembre—, para reunirse con sus hijos y nietos. Estaba feliz, alegre y sonriente, como de costumbre. Se mostró cálido y cariñoso. El viernes 13, ya de regreso en Viña, decidió —alrededor de las 11:00 horas— acudir a un sauna, momento en que su corazón decidió detenerse. Horas más tarde, fue encontrado sin vida.
 
Juan Araya, Víctor Pérez, Julito Videla y Francisco Leal – ABAJO: Luz María de la Vega, Marita Cueva y Margarita Orellana («Piru»)

EL GRUPO ESTADIO ESPAÑOL 

En los últimos años, con algunos colegas periodistas, compartimos socialmente con Julito Videla y Piru, integrando el denominado “Grupo Estadio Español”, a iniciativa de los colegas y amigos Juan Araya y Víctor Pérez. Y el punto de reunión era, precisamente, el Casino del Estadio Español.

Largas e inolvidables tertulias, donde Julito solía comentar algunas de sus experiencias y anécdotas, tertulias que después continuaban en el chat del WhatsApp.

Julito Videla tuvo la gentileza de invitarme a su recordado programa nocturno de Radio Cooperativa, “Tus Años Cuentan”, a raíz de la publicación de mi libro “Bajo Tierra: 33 Mineros que Conmovieron al Mundo”, publicado en noviembre del 2010 por Editorial Forja.

Fue una conversación muy grata y muy periodística. Con sus certeras preguntas, logramos recrear el dramático entorno de cómo los 33 mineros habían logrado sobrevivir al permanecer bajo tierra a 700 metros de profundidad durante 69 días, rescatados finalmente con vida mediante una operación de audaz ingeniería. Fue una conversación intensa y profunda. Revivimos, en una hora de entrevista, la valentía y las angustias de aquéllos intrépidos mineros rescatados, felizmente, todos sanos y salvos.

PALABRAS DE DESPEDIDA 

El periodista Juan Araya, muy cercano a Julito desde los años de la Radio Carrera, lo despidió tomándose la licencia “de recordar una frase que Julio siempre la expresaba en tertulias familiares o de amigos: ‘Yo no me creo el cuento’, decía con una honestidad que afloraba en su gestualidad”.

Con tales palabras transmitía que “el minuto de la fama es efímero y lo que importa, en definitiva, es lo que haces en tu trabajo, profesión u oficio, y lo que se deja como legado”.

En efecto, Julito nos dejó un gran legado a quienes laboramos en medios de comunicación, reiterando los conceptos vertidos por Juan Araya para despedir al compañero de perennes trincheras periodísticas: “transparencia, honestidad y sencillez, con una singular empatía para conectarse con audiencias masivas”-

¡Hasta siempre, querido Julito Videla! ¡Descansa en paz!

 

 

 

 

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