Película rusa de terror, que combina antiguas supersticiones con las violentas asechanzas del mundo contemporáneo, incluyendo los psicotrópicos. Debe ser mirada con atención, porque merece una segunda lectura…
Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)
Miembro del Círculo de Críticos de Arte de Chile
No es una película de exorcismos y el título en castellano es totalmente inadecuado. El original (Mara) o el usado en ámbito inglés (Side Effect / Efecto colateral), da espacio —contrariamente a lo que podría parecer— para una segunda lectura y algunas reflexiones de género.
Tiene un Prólogo en el que una cierta Nina, que toca el piano, se ve acosada en un departamento por una extraña mujer y desaparece agredida por ella dentro de un armario que se abre hacia una inquietante caverna.
A ese mismo departamento llegará Andrey (Semyon Serzin), un joven que requiere la ayuda de una “curandera” que —según su aviso en Internet—, puede borrar la memoria de una persona. Y, en efecto, él quiere que borren de la mente de Olya, su esposa (Marina Vasileva) un episodio terrible que arruinó su vida conyugal: un asalto en su domicilio y la violación de ella, que perdió al hijo que estaba esperando.
También la pusilánime actitud del marido y su fuga en busca de ayuda colocaron una lápida a la relación.
La misteriosa Mara (Aleksandra Revenko) trabaja con hongos que se usan realmente en la mitología rusa. Ella misma declara que se dedica a cultivarlos y que tiene clientes al otro lado del río que cruza la ciudad de Moscú, aludiendo transparentemente al Kremlin. Y este es un dato que no lo da la película, pero se rumorea que el gobierno ruso se apoya en el “imperio de las brujas más poderosas”.
El “tratamiento” surte efecto y el amor vuelve entre los cónyuges. Luego, Mara parte de viaje y pide a Andrey que se ocupe de cuidar los hongos. Es así como los esposos se mudan al departamento y empiezan a ocurrir hechos extraños: reaparece el hombronazo que le había abierto la puerta la primera vez y se producen apariciones fantasmagóricas (incluso, un caballo), que corresponden —según informa Mara por celular— a antiguos habitantes del departamento.
Una extraña niña, que se muestra aparentemente en sueños, guía a Andrey al camino de la salvación. Filmada como un documento antiguo en color sepia, se conocerá su historia: su padre no fue capaz de defenderla cuando se la llevaron durante la Revolución de comienzos del siglo XX. O sea, se produjo una situación similar a la de Olya. Y ello me lleva a una reflexión “colateral”: esta historia de misterio y terror alude a una masculinidad impotente, que se mueve entre la femineidad marcada de una mujer fuerte y una mujer frágil. Resulta, entonces, que las mujeres toman fuerza o están expuestas principalmente a partir de los errores de los hombres. Y uno de esos errores consiste en intentar borrar los malos recuerdos, porque suele llevar por un mal camino, como ya lo mostró Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, de Michel Gondry, 2002).
Creo que el mismo director Alexey Kazakov nos va dando algunas claves de lectura. En primer lugar, las escaleras que se repiten una y otra vez dentro y fuera de los edificios. Me dan la idea de las vías que debemos transitar para alcanzar nuestros objetivos, que no son ni lineales ni horizontales, sino verticales, con subidas y bajadas. Después, hay dos homenajes a Psicosis, de Alfred Hitchcock, con panorámicas en las que la cámara termina por introducirse en una habitación de un edificio en altura: sólo que después la imagen se disuelve en nuestra mente entrando en un mundo onírico.
Y me parece que allí está el meollo del asunto. Después del encuentro con Mara, se suceden una serie de hechos que pertenecen más al mundo psicodélico que al de la realidad en sano juicio. Prueben, por ejemplo, a reinterpretar el episodio de comerse el pastel entero y de la caída en el río Moscova. La historia de Mara niña, el suicidio de Olya y su “resurrección”, el arresto de Andrey, la búsqueda en la campiña desierta, las escenas terroríficas en el mundo del armario tienen mucho de secuencia provocada por un psicotrópico.
Y yo creo que ahí está el “efecto colateral” del título; no sólo en el hecho de que al acceder a una “hechicería” se queda expuestos a una siniestra vuelta de mano. En realidad, siempre hay una consecuencia nefasta por un medicamento equivocado. Y, sobre todo, si el mundo contemporáneo acecha con su violencia incontrolada y nos lleva a consumirlo.
Mientras tanto, la Iglesia (que, en este caso, es católica ortodoxa) aparece como un elemento desvalorado, lo que se advierte en su ausencia y su símbolo es el templo en ruinas con el ícono femenino pintado.
¡Mucha atención con subvalorar la película por lo que parece y no entender lo que es!
(“Mara” – Pobochnyi effekt / Side effect. Rusia, 2020)
TRAILER DEL FILM:
“LA MANO DEL DEMONIO”
PRODUCCIÓN:
Corazón Films