Un amor adolescente, que se desarrolla con ternura y sin estridencias. Podría haber sido racista o cargada de erotismo incontrolado. En cambio, se desplaza como una suave historia de amor…
Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)
Miembro del Círculo de Críticos de Arte de Chile
Una película que en manos equivocadas podría ser estridente, violenta e, incluso, pornográfica.
La directora, Leyla Bouzid (Túnez, 1984), relata de manera simple el encuentro en la Universidad de la Sorbonne, en Paris, de dos jóvenes: Farah (Zbeida Belhajamor, Túnez, 1999) y Ahmed (Sami Outalbali, Poissy, Francia, 1999).
Para los que, como yo, creen que los países del Magreb podrían parecer similares por raza, lengua y religión, un encuentro de este tipo debería ser lo más normal del mundo. Sin embargo, Túnez y Argelia tienen sólo en común la sombra del trasnochado y sanguinario Imperio Francés. Por el resto, existen notables diferencias entre bereberes y cartagineses y —sobre todo—, historias distintas.
Pero aquí no se trata de una atracción física obstaculizada por cuestiones étnicas, sino provocada por barreras culturales con respecto al sexo.
Farah acepta y practica su libertad sexual, mientras que Ahmed practica el autoerotismo rechazando el amor carnal. Y la razón principal está en su formación familiar que —a pesar que su padre es un periodista que dejó Argelia por motivos políticos—, lo lleva a controlarse y, sobre todo, a controlar a su hermana que mantiene un noviazgo escondido.
Él es un “zimigri”, esto es, un obrero que convive con otros emigrantes que se esfuerzan por integrarse. Entre ellos, hay un afro que no tiene inconveniente en tener relaciones con una promiscua, pero desenvuelta amiga francesa de Farah.
El nexo que unirá a los jóvenes será la literatura, dado que en la cátedra de Literatura Comparada estudiarán obras de poesía árabe —como Le jardín parfumé, de Cheikh Nefzaoui—, que exaltan la sensualidad y no condenan la búsqueda del placer, que puede embriagar como el vino.
Para Ahmed, el poeta-amante debía considerar a su amor como un objetivo espiritual e inalcanzable.
Contrariamente a las películas de la primera mitad del siglo XX, en las que el sexo femenino contenía la relación íntima, aquí es una fuente energética que no renuncia a su capacidad de atraer y de ser atraída.
Por otro lado, es la profesora de Ahmed la que lo impulsa a seguir adelante en su formación académica e, incluso, le advierte que “tu actitud consuela a todos los que quieren que fracases”.
Leyla Bouzid tiene un gran dominio de la imagen y me recuerda la Nouvelle Vague. La cámara sigue a las y los protagonistas por las escaleras, se solaza en el cuerpo de Ahmed (por ejemplo, en la secuencia del sueño), se detiene en planos-secuencia como el de la conversación de la pareja sentada en el suelo de la biblioteca.
Si el cine necesita de aire fresco, he aquí una suave brisa que debería gustar a muchos, como me ha gustado.
(“Une histoire d’amour et de désir”. Francia / Túnez, 2021)
TRAILER DEL FILM:
“UNA HISTORIA DE AMOR Y DE DESEO”
PRODUCCIÓN:
D’A Film Festival de Barcelona
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