Entretenido remake, que plantea un relato conocido y ya utilizado en el cine. Entretiene por la buena caracterización de los personajes y creo que tiene una enseñanza explícita…
Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)
Círculo de Críticos de Arte
Los créditos precisan que este film está basado en Campeones (de Javier Fesser, 2018), y el argumento resulta conocido: un entrenador de básquetbol, condenado a servicios comunitarios, debe hacerse cargo de un equipo conformado por jóvenes minusválidos mentales y con síndrome de Down. De allí para adelante todo es previsible.
¡No sólo! En los por lo menos 68 años que veo películas, me ha tocado encontrarme con historias recurrentes y algunas también las he comentado como crítico de cine.
Señalo solamente dos: ¡Pásame la pelota, chica! (Wildcuts, de Michael Ritchie, 1968, con Goldie Hawn), y Los campeones (Mighty Ducks, de Stephen Herek, 1992, con Emilio Estévez).
En ambos se aplica el didáctico Principio de Socialización, que ha funcionado también en películas tan disímiles como Al maestro con cariño (To Sir with Love, de James Clavell, 1967), o Doce del patíbulo (The Dirty Dozen, de Robert Aldrich, 1967).
¿Qué hacer con un relato que está más visto que trasero de opinóloga?
La solución está en generar personajes simpáticos y bien caracterizados. Y la película lo logra adicionando a una refrescante candidata a cincuentona (Kaitlin Olson), que quiere vivir su sexualidad y es hermana de uno de los jugadores. Además, no cabe duda que hubo un riguroso casting para escoger a los actores y a la carismática Consentine (Madison Tevlin, que creo que aparecerá muy pronto en otra película).
El protagonista es Woody Harrelson, que puede ser simpático cuando se lo propone y que ya tuvo un exordio como basquetbolista en la película Los blancos no saben saltar (White Men Can’t Jump, de Ron Shelton, 1992), que en otros países se intituló Los blancos no la saben meter.
El director es Bobby Farrelly (no confundir con su hermano Pete), que fue productor de exitosas comedias como Una pareja de idiotas (Dumb and Dumber, 1994), Locos por Mary (There is Something About Mary, 1998), y Amor ciego (Shallow Hal, 2001).
La verdad es que, a pesar de que el espectador puede imaginar cómo va a terminar todo, la película es divertida. Y —spoiler o no—, deja una enseñanza: “Lo importante es ser campeones por sentirse tales”.
Podría ser un consejo de autoayuda.
(Champions. USA, 2003)
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