Superproducción desilusionante, que no pretende ser histórica sino una sátira acerca de un personaje que merece un respeto mayor, sobre todo por su trascendencia jurídica…

Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)

Círculo de Críticos de Arte de Chile

 

 Me he sentido en el deber de criticar esta película, porque fue una de las más esperadas del año 2023. En lo que a mí respecta, la encuentro desilusionante y conste que ni pretendo compararla con las tantas otras que la han precedido, sino que quiero juzgarla por lo que es.

Yo creo que el inglés Ridley Scott, nacido en South Shields, condado inglés de Tyne and Wear, el 30 de noviembre de 1937, ha querido dar una versión satírica del emperador de los franceses, presentándolo como un fantoche manejado por una exuberante Josephine viuda de Beauharnais.

No hay que olvidar que su verdadero nombre y apellidos eran Marie Josèphe Rose Tascher de la Pagerie y nació en la Isla de Martinica, el 23 de junio de 1763, o sea que era viuda y se casó con Napoleón cuando tenía 33 años y éste 24.

Scott, además, lo presenta como un mamón y definitivamente “empotado” (el verbo chileno cala a la perfección), por esa mujer que en la primera visita a su casa le abrió las piernas diciéndole: “¡Aquí hay una sorpresa y cuando la habréis visto querréis siempre tenerla!”.

No le dio hijos a Napoleón, pero —a través de su hija Hortensia—, fue abuela de Napoleón III y —de su hijo Eugenio—, bisabuela de reyes y reinas de Dinamarca y Suecia, además de tener descendientes en las familias reales de Bélgica, Grecia, Luxemburgo y Noruega.

El otro aspecto que la película presenta del emperador es el de guerrero minucioso y enérgico, que dirigió 61 batallas, de las que nos presenta sólo cinco.

Pero eso es lo de menos, porque hay temas que no se tocan para nada. Unos cuantos ejemplos: no existe la invasión a España, no se dice nada del estadista que marcó el destino jurídico de Hispanoamérica, no se aprecia su desmesurado despotismo a partir de su familia numerosa que cambió el mapa europeo.

Quiero ser muy claro. Para una batalla sobre un lago helado se requiere a un Sergei Eisenstein (Alexander Nevski, 1938), para un espectáculo romano de masas como el de Gladiador (Gladiator, 2000), a un William Wyler (Ben Hur, 1959), para una epopeya bíblica como pretendió en Éxodo: Dioses y reyes (Exodus: Gods and Kings, 2014) Cecil B. De Mille, de Los diez mandamientos (The Ten Commandments, 1956).

Ridley Scott es un buen director, que tiene obras maestras como Alien (1979) y Blade Runner (1982), pero sus películas de temática histórica dejan qué desear. Creo que la explicación es que en ellas la imaginación juega malas pasadas, mientras que cumple su función en franquicias como Prometheus (2012).

Y unas palabras acerca de las actuaciones. Joaquin Phoneix interpreta a Napoleón así como interpretó a Cómodo en Gladiador, demostrando que es un buen actor. Pero no es el personaje, como en cambio, es Johnny Cash en John y June: pasión y locura (Walk the Line, de James Mangold, 2005), el atribulado ejecutivo de Ella (Her, de Spike Jonze, 2013), o en Joker (de Todd Phillips, 2019).

La que sí está espectacular es Vanessa Kirby, que es la verdadera protagonista de la película: mujer liberada, feminista ante litteram, manipuladora implacable a través de su cuerpo procaz y sensual. Según la perspectiva del director, es ella la que decide la suerte del general, del cónsul y del emperador: ¡incluso después de muerta!

Todo el que haya estudiado un poco de historia europea sabe que no corre buena sangre entre los franceses y los ingleses: ¡hasta hubo una guerra de cien años!

Yo creo que aquí esa enemistad se transparenta una vez más y de modo, incluso, irritante.

(Napoleon. USA / Gran Bretaña, 2023).

 TRAILER DEL FILM:
“NAPOLEÓN” 

 PRODUCCIÓN:
Sony Pictures España

 

 

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