Muy buena película argentina de verdadero terror. El sentido de la maldad no se origina ni se desplaza tanto como un monstruo horripilante, sino como una encarnación en cada personaje que aparece en la medida que se avanza en el relato…

 Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)

Círculo de Críticos de Arte de Chile

Yo viví en la Isla Grande de Chiloé en los años ‘50 y creo que esta película representa muy bien lo que es el miedo, que puede transformarse en terror, no sólo por lo que se ve, sino también por el entramado de misterio que se desarrolla entre las relaciones humanas cuando el imaginario colectivo genera una realidad paralela que resulta más real que la realidad misma.

No quiero decir que todo sea superstición o sugestión colectiva. El cine europeo ha difundido personajes literarios como la criatura de Frankenstein o Drácula, que mantienen gran vigencia. Esta literatura gótica, de época romántica, se transplantó a Estados Unidos con grandes autores como Edgar Allan Poe y Nathaniel Hawthorne.

Y el cine europeo los adaptó. Pero el cine norteamericano intervino con un tipo de terror más explícito y sangriento, ligado a hechos reales de crónica como es la temática de los serial killer con franchises como Martes 13 y Halloween, más autores fundamentales como Wes Craven y Sam Raimi.

Esta película argentina desarrolla la historia de Pedro (Ezequiel Rodríguez) y Jimi (Demián Salomón), dos hermanos del interior, donde todo es básico y telúrico.

Son personas que, al parecer, han tenido problemas con la sociedad, pero que no hacen daño a nadie.

En realidad, es el mal el que los busca y —en su afán por sobrevivir—, tendrán que enfrentarse a un mundo paralelo, cuyos efectos afloran en hechos sangrientos.

Para no contar la película, diré tan solo que todo empieza con el encuentro de un cadáver mutilado. Se trataba de un “sanador”, porque junto al cuerpo hay un maletín con extraños instrumentos.

En una casa cercana, los dos hermanos encuentran a un “embichado”, esto es un hombre obeso, deteriorado por larvas y de aspecto monstruoso, que me recordó a uno de los personajes de El despertar del diablo 2 (The Hills Have Eyes II, de Martin Weisz, 2007). En ese caso, se trataba de una víctima de las radiaciones en un campo de pruebas; aquí es un “encarnado”, o sea, uno al que un demonio se le ha metido en la carne y que dará origen a un engendro maléfico.

La trama deriva a una especie de “road movie”, que lleva al público por paisajes rurales, con pequeñas casas con pretensiones de chalets y habitantes con aspecto de vecinos tradicionales.

Una médium (Silvina Sabater), colabora y una anciana da indicaciones acerca de cómo comportarse ante las amenazas demoníacas. Reglas que serán transgredidas con resultados funestos.

Y todo remata en un ambiente parecido al de El orfanato (de J. A. Bayona, 2007), rubricada con un rito y una tenebrosa posibilidad de futuro. Tal vez, Demian Rugna quiera entregar un mensaje político ineluctable: la corrupción y el terrorismo seguirán creciendo por simple contacto. ¡Buena! 

(Cuando acecha la maldad. Argentina / USA, 2023)

TRAILER DEL FILM:

“Cuando acecha la maldad” 

 PRODUCCIÓN:
Selectavisión Films

 

 

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