Comedia negra muy al estilo de Alex de la Iglesia, que rinde homenaje a varios clásicos de la cinematografía, mientras que ridiculiza al ser humano con referencias al filón del terror catastrofista.
Por JOBLAR
Los latinoamericanos tenemos pleno derecho de reírnos de los españoles. Y, más aún, cuando se trata de un vasco que ridiculiza a un grupo de madrileños, presentándolos como prototipos de la especie humana.
El escenario (un bar en el centro de la capital) con sus clientes pegados frente a los vidrios de la entrada recuerda de inmediato a Los pájaros (The Birds, 1963), de Hitchcock, lo que ya constituye un lugar común explotado, por ejemplo, en La niebla (The mist, de Frank Darabont, 2007).
Y el relato es el de los clásicos Diez indiecitos, de Agatha Christie. Pero hay otros “homenajes”: un origami recuerda a Blade Runner; hay alusiones a los mutantes y no falta el predicador del Juicio Final.
Las películas de Alex de la Iglesia no se pueden contar: ¡hay que verlas!
Todo empieza cuando un parroquiano es abatido por un francotirador al salir del negocio; lo mismo ocurrirá con el segundo que se aventura a socorrerlo. De allí para adelante, todos dudan de todos: los maletines pueden contener secretos, la televisión primero no da información alguna y después reportea un incendio, que es precisamente el que misteriosos individuos con trajes de seguridad han provocado frente al bar.
El responsable es un individuo que entró al baño y el problema se presenta mayúsculo, porque parece que está interviniendo el gobierno debido a un experimento fallido. Y ahora todos los que estaban en el bar desconfían de todos, entregando una galería de personajes, cuya personalidad se va definiendo en la medida que la trama avanza.
“El miedo muestra como somos”, dice uno de los protagonistas. Y así entramos en el ámbito del cine catastrófico y de la fuga por las alcantarillas. Además, está la lucha por el antídoto que no alcanza para todos.
¡Ah! Y no falta el auspicio de una bebida refrescante, que aparece en todo momento en el film, incluso como recurso de supervivencia.
En suma: si nada se toma en serio, es una carcajada de principio a fin.
(El bar. España / Argentina, 2017)