En este remake de la novela de Stephen King, codirigido por Kevin Kölsch y Dennis Widmyer, hay una serie de actualizaciones que modifican sus objetivos originales. Queda, en todo caso, como una buena película de terror…
Por JOBLAR
Miembro del Círculo de Críticos de Arte de Chile
Desde ya señalo que dedico este comentario a los que ya vieron la película original y su secuela, como asimismo a los que han leído la novela de Stephen King. Por lo tanto, doy por hecho que todos saben que los Creed dejaron Chicago y se fueron a vivir a los bosques de Maine, junto a una peligrosa carretera y cerca de un “pet sematary”, un cementerio de mascotas, que es una antesala de un escondido cementerio de los indios micmacs, de sombría y aterradora tradición.
El relato es más que conocido y los fanáticos del autor (y de la adaptación audiovisual de sus obras) me perdonarán si voy directo a la puesta en escena.
La vuelta de tuerca es la resurrección del gato, que vuelve a la vida después de haber sido enterrado en el cementerio indígena por el vecino Jud Crandall, a quien Louis, el jefe de familia, siente como el padre que nunca tuvo.
Las conversaciones entre ambos son la médula del libro y de las especulaciones acerca de la muerte y la vida después de la muerte. De ellas surgen también las trágicas decisiones que llevan a la hecatombe.
La primera versión (dirigida por Mary Lambert en 1989) se apoyaba en actores que eran (y son) prácticamente desconocidos, con excepción de Fred Gwynne que, con su 1,96 m), interpretaba a Herman de La familia Monster.
Ahora el hilo conductor se centra en Jason Clarke, un actor que está cada día más presente y en un John Lithgow, que yo por primera vez encuentro creíble.
En este remake, hay varias “actualizaciones” debidas probablemente a exigencias de Hollywood.
Norma, la esposa de Jud, que es personaje de la novela, ya no aparecía a pesar de ser crucial en el momento de las revelaciones. Pascow, que muere en un principio y que advierte a Louis que “la puerta no debe abrirse”, es ahora de raza negra. El suegro, judío practicante que le había ofrecido dinero para que dejara a su hija, se eclipsa. Louis logra salvar al pequeño Gage de ser atropellado (obviamente, un recurso contrafactual de la primera versión), pero no puede evitar la muerte de su hija Ellie.
Pero hay otros elementos nuevos: los angustiantes flashbacks de Rachel con respecto a la muerte de su hermana Zelda y la influencia de las exitosas películas de zombies.
En suma: una película de terror, que cumple con su objetivo principal, esto es asustar. Pero no deja espacio para mayores reflexiones.
(“Pet Sematary”. USA, 2019)
TRAILER DEL FILM:
“CEMENTERIO MALDITO”
PRODUCCIÓN
Paramount Pictures México