Después de 33 años, Gonzalo Justiniano consigue llevar a la pantalla un fragmento de la historia patria, que le tocó protagonizar con riesgo de su vida. El comentario de Cabros de mierda pueden leerlo en www.candilejas.cl.
José Blanco (JOBLAR),
junto a Gonzalo Justiniano.
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Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)
SANTIAGO (Chile), 16 de Septiembre — 2017.- Cuando Gonzalo Justiniano regresó desde Francia, estaba interesado en registrar la realidad chilena. Y buscó la de las poblaciones, no las del presuntamente exitoso neoliberalismo. Como alguna vez hizo el aragonés Luis Buñuel en México, se dedicó a Los Olvidados.
Estuvo seis meses visitando La Victoria, conociendo a sus habitantes y filmando la represión contra “los terroristas” de la brocha y la pintura. Pudo hacerlo, porque la televisión francesa le había encargado un documental acerca de los 10 años de la Dictadura y allí había dos curas franceses: André Jarlan y Pierre Dubois.
El 4 de septiembre 1984 estuvo con Jarlan horas antes de que fuera asesinado y filmó la inconcebible incursión de uniformados contra pobladores indefensos, a los que en la película Cabros de mierda se les caratula varias veces como “comunistas culiaos”.
A pesar de que mucho de ese material fue “incautado” violentamente por la CNI (lo amenazaron con lanzarlo desde un cuarto piso y se salvó por intervención de la Vicaría de la Solidaridad de que lo subieran a un automóvil para emprender un viaje sin retorno), varios metros de filmación se salvaron y Gonzalo Justiniano pudo volver a verlos en el Museo de la Memoria en 2013.
Es ahí cuando decidió cumplir su anhelo de hacer una película que presentara la Resistencia que llevó a cabo la gente humilde, cuyos nombres desaparecieron con sus personas físicas. Y quería hacer también un homenaje —sin nombrarlos durante la trama—, a esos sacerdotes que vinieron a acompañar a sus hermanos que sufrían. Al respecto, quiso recordar al padre Gerardo Whelan, que conoció en el Saint George y que formaba parte de ese grupo de religiosos que tenían como misión “formar a la élite que debía manejar los destinos del país”.
Por eso, escogió como personaje a un misionero norteamericano, que representa al mensajero enviado por Dios”. Reconoce que en el Saint George también aprendió a odiar, cuando vio actitudes “chuecas” de personas que acusaban a los allendistas de ocultar armas entre los almácigos.
Gonzalo Justiniano
Cineasta Chileno
INFLUENCIAS DE PASOLINI
Y ETTORE SCOLA
He vuelto a ver a Justiniano después de varios años, puesto que las últimas veces fueron cuando lo invité a conversar de Amnesia con mis alumnos de la USACH (a fines del siglo pasado) y luego del estreno de B-Happy (2003).
Ahora, ante mi percepción de que ha recibido la influencia de Pier Paolo Pasolini y de Ettore Scola (ver mi comentario en este mismo portal, www.Candilejas.cl), no se pronuncia. “He visto mucho cine”, reconoce. También me pareció de acuerdo en cuanto a que una figura de misionero sin exigencias de celibato le quita morbosidad a la relación que lo vincula a Gladys.
Sin embargo, recuerdo también (y está escrito) lo que conversamos hace 27 años acerca de su película Los hijos de la Guerra Fría, en la que —sin decir una palabra acerca de política contingente—, presentaba una “normalidad enfermiza” que caracterizaba a Chile.
Esa actitud —según Gonzalo— prosigue y se expresa en una tendencia, que no es personal sino de toda la sociedad, a no querer recordar el pasado y sus errores.
Cabros de mierda representa a su generación y es bueno ver casos particulares de víctimas y victimarios (como el caso —agrego yo— del torturador formado en Panamá, que ahora lloriquea confiando en el perdón de Dios), porque los datos históricos “oficiales” son duros: más de 3.000 entre muertos y desaparecidos.
Y aquí me atrevo a citar al más grande realizador cinematográfico de todos los tiempos: Charles Chaplin. Antes de ser ejecutado, el aparentemente cínico femicida, Monsieur Verdoux, afirma: “Los números santifican. Si matas a unos pocos eres un criminal; si asesinas a miles, eres un héroe”.