“La memoria de mi padre” — Comentario de CINE

Un adulto joven tiene que hacerse cargo de su padre con alzheimer, mientras que su propia vida afectiva y profesional está en crisis. La película, desarrollada con fina sutileza, no pretende dejar mensajes ni enseñanzas. Simplemente, nadie está libre y hay que asumirlo.

Por JOBLAR

El alzheimer es una realidad que es necesario asumir. Antiguamente, la demencia senil era considerada como un síntoma de vejez y viejo era un hombre de 70 años.

Al aumentar las esperanzas de vida, más hombres y mujeres son víctimas de una situación que está provocada por un morbo que sólo se puede retardar, pero no eliminar.

La enfermedad fue identificada a comienzos del siglo XX, pero se ha evidenciado en la sociedad desde hace poco tiempo por el aumento de los casos conocidos. La pérdida de la memoria de corto plazo, los cambios de humor y los trastornos del lenguaje dan paso a un carácter agresivo, con rechazo de la actividad social.

Alfonso (Jaime McManus) no sufre de alzheimer, pero vive en un presente que no tiene futuro y no quiere recordar su pasado. Está separado, su hijo es músico y vive en los Estados Unidos. Por su parte, se dedica a adaptar guiones televisivos para un jefe que no le es simpático. Una joven (Romina Mena) quiere convertirse en su pareja estable, pero él la rechaza. Las razones no están expresas, pero pueden colegirse de su desencanto vital y del miedo a asumir compromisos.

Y un compromiso es hacerse cargo de un padre (Tomás Vidiella, tremendamente natural en un papel que podría haber sido una maqueta), con el que nunca ha mantenido una buena relación (verbigracia el chupete arrojado al water closet). Su hermana (Tamara Bello) vive en Buenos Aires y no quiere saber del asunto. Rosa, la doméstica (Mireya Sotoconil) tiene su propia famiglia y no puede estar a cargo veinticuatro horas sobre venticuatro.

No es fácil convivir con un anciano que no te reconoce y que insiste en querer encontrarse con su esposa, que él cree que ha dejado en un hospital inexistente en el litoral. El insomnio permanente y las ideas fijas ponen a prueba la paciencia del protagonista, que decide emprender un viaje no tanto para demostrar al padre que está equivocado cuanto para escapar de la enajenada y desesperante situación en la que se encuentra.

El director, Rodrigo Bacigalupe, desarrolla el relato de este viaje con el padre con fina sutileza y sin estridencias. Las extensas panorámicas y los recurrentes planos secuencia transmiten al espectador nuestra condición de pequeños personajes con existencias mínimas.

En un país como Chile, en el que muchos se empecinan en no recordar y que quieren evitar la historia como si ciertos hechos nunca hubieran existido, pareciera ser que la única realidad es la de las imágenes conservadas electrónicamente. Son chispazos que se advierten y desaparecen sin dejar rastros. Las fotografías pierden su significado cuando se extingue el significante.

María Izquierdo es una simpática flaquita que riega el jardín. Su marido la recuerda como mujer “caliente” y se enternece al verla en la pantalla del televisor. Pero no es más que una imagen, que se desvanecerá como todos los otros recuerdos.

Muchos perderán la memoria por el alzheimer, pero muchos más ya la han perdido por vileza o por cobardía.

(La memoria de mi padre.
Chile, 2017)

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TRAILER
“LA MEMORIA DE MI PADRE”

PRODUCCIÓN:
NMDFilms 

 

 

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