Una excelente muestra de la estética de la fealdad —tanto física como moral— con excelentes interpretaciones y un guión de comedia de enredos con toques magistrales. Uno de los buenos estrenos del año…
Por JOBLAR
Miembro del Círculo de Críticos de Arte de Chile
Amanda Sthers es casi una debutante como directora, pero tiene varios guiones a su haber y se nota. Partiendo de una idea básica muy simple, logra desarrollar una comedia de enredos en la que cada uno de los personajes recita su parte, obteniendo de los demás una respuesta que no corresponde a lo que es, sino a lo que los otros creen que es. En suma, nadie es auténtico y cada uno busca alcanzar sus propios objetivos sin fijarse en los medios.
Bob (Harvey Keitel, 1939) finge ser un millonario capaz de mantener una mansión en las afueras de París, pero en realidad está quebrado y su única esperanza es vender una Última cena atribuida a Caravaggio, que hasta un inexperto se da cuenta que no es más que una mala copia de Leonardo da Vinci.
Para obtener el parecer favorable de David Morgan, un bróker de arte (Michael Smiley, 1963), su esposa Anne (Toni Collette, 1972) organiza una suntuosa cena en la que participarán personas que harán posible la venta de la pintura.
Pero ocurre un imprevisto: aparece Steven (Tom Hughes, 1986), hijo de Bob y aspirante a escritor, que tiene derecho a sentarse a la mesa transformándose en el fatídico 13º comensal. Entonces, Anne recurre al mismo expediente de la película Su excelencia, en la que Cantinflas se incorpora a la cena de la embajada y sale de ella como embajador: coloca a su sirvienta María (Rossy De Palma, 1964) como número 14, pidiéndole que no hable.
Pero Steven convence al bróker de que se trata de una princesa del Reino de los Dos Sicilias (disuelto con la proclamación del Reino de Italia y que estaba gobernado por los Borbones, parientes de los actuales reyes de España). Le dice que ella negará quién es y que, por lo tanto, no crea todo lo que ella le diga.
Y allí comienza la comedia de los enredos, en la que todos fingen lo que no son. Todos, menos María que, en buena fe, cree que David está enamorado de ella y que —cuando le dice que sabe quién es— es porque sabe que es una sirvienta.
No es necesario agregar más. Sólo el espectador entiende lo que está pasando y lo sufre y lo disfruta a la vez, mientras que la película se desarrolla como una excelente muestra de la estética de lo feo: tanto en lo físico como en lo moral.
Es así como la excelente australiana Collette no tiene inconveniente en mostrar desnudo su filiforme y anoréxico cuerpo, concediéndose a un adulterio del que espera sacar provecho, mientras que la española De Palma exhibe su rostro picassiano, generando una ternura lastimosa por ser la única persona auténtica de un entorno pútrido.
Es una vez más el mito de la Cenicienta, con una mirada sarcástica que evidencia la superficialidad del pensamiento burgués y la necesidad de preservar el orden social, basado en los prejuicios y el fariseísmo.
¡Buena entretención, que también da pábulo para reflexionar!
(Madame. Francia, 2017)
TRAILER DEL FILM
“MADAME”
PRODUCCIÓN
CINÉPOLIS
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