“MATAR A SANTA” — Comentario de CINE

Con la estructura de un western despiadado, el mito de Santa Claus y de la Navidad está tocando su fin. La “fiesta cristiana” no es más que especulación comercial y el “hombre gordo y bonachón” un prestador de servicios poco rentable. ¡No es película para niños!

 Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)

Miembro del Círculo de Críticos de Arte de Chile
 

Prosigue la desmitificación del que en Chile llaman Viejo Pascuero y que, por lo menos en esta película, ya no viste con uniforme de la Coca-Cola. Su nombre “civil” es Chris Cringle y los interpreta un creíble Mel Gibson que —a pesar de que tiene sólo 64 años— aparece caracterizado como un hombre ágil que podría tener más de 100. Su memoria es increíble y recuerda a cada persona y cada familia desde que eran niños.

Santa Claus (nombre oficial en Estados Unidos) es, en realidad, un empleado del gobierno que debe cumplir su tarea una vez al año y al que le pagan en relación con los regalos que reparte. Es decir, es un engranaje del sistema capitalista (y también socialista) en el que eres útil mientras eres productivo.

Y lo mismo ocurre con los elfos, sus colaboradores, que son los que fabrican los juguetes que debe repartir una vez al año.

Los tiempos han cambiado. La Navidad, que es una fiesta presuntamente cristiana y que no gestionan los cristianos, sigue siendo el motor de la más grande especulación comercial del año. Pero… ¡sí, hay un pero! Ya los niños no son los de antes y se portan mal: no son merecedores a recibir regalos y a lo más obtienen un pedazo de carbón.

Es así cómo se reúnen dos variables: el gobierno ha decidido pagar menos (al punto que los honorarios no alcanzan para pagar los servicios en el inclemente clima polar) y un niño ricachón manda a matar a Santa (llamado “Fatman”, esto es Hombre Gordo), porque le ha mandado un pedazo de carbón (que es el que deja “la Befana”, según la tradición europea, a los que se han portado mal).

Voy por partes. A Chris lo acompaña su esposa Ruth (la actriz afro Marianne Jean-Baptiste, candidata al Premio Oscar por Secretos y mentirasSecrets and Lies— de Mike Leigh, 1996), que le da afecto geriátrico, apoyo moral y galletas. Los elfos trabajarán para el ejército fabricando piezas para los aviones de guerra (“los arados se transforman en espadas”).

De esa manera, el protagonista de la “noche de paz, noche de amor” será un contratista de la guerra y el odio, junto con facilitar la mano de obra barata.

Por otro lado, el mandatario de la muerte de Santa tiene 12 años y actúa ya como un Presidente que no admite su derrota electoral, lo que retrata a la actual infancia estadounidense. Así como falsifica los cheques de su abuela enferma, a la que pretende eliminar, tiene un sicario especializado en cumplir sus órdenes. Y es aquí cuando los directores, los hermanos Eshom y Ian Nelms, recurren a una maqueta de otros hermanos (Ethan y Joel Cohen); esto es, el asesino despiadado que interpretó Javier Bardem en Sin lugar para los débiles (No Country for Old Men, 2007).

Con una diferencia: mientras Bardem es una bestia irracional, que decide la vida o la muerte con una moneda, el Skinny de Fatman (Walton Goggins) es un bellaco absolutamente racional que se aprovecha de los desmarridos y los elimina como desechables.

La imagen pesimista del clima natalicio se transforma en una película de Quentin Tarantino. Y dejo el desarrollo a los espectadores para evitar el spoiler. La gran temática que los estadounidenses han dado al cine es el género western y lo demuestra también en este caso, aumentando los miedos del público ante la violencia desatada e irracional.

Pero Santa Claus no ha aceptado ese rol sólo por ser gordo y risueño: ¡lo dice y lo demuestra!

Advierto que no es película para niños.

(“Fatman”. Gran Bretaña / Canadá / USA, 2020) 

 

TRAILER DEL FILM:
“Matar a Santa”

 PRODUCCIÓN:
Canal Palomitas

 

 

 

 

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