“¿TE ACUERDAS DE DOLLY BELL?” — JOBLAR COMENTA ESTRENOS DE CINE

Premiada “opera prima” de Emir Kusturica, que mantiene toda su validez como cuadro social de los últimos años de la ex Yugoslavia, con todas sus frustraciones y falta de esperanzas…

Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)

Miembro del Círculo de Críticos de Arte de Chile

 Los que vieron Europa de noche (Europa di notte, de Alessandro Blasetti, 1959) recordarán que Dolly Bell era una de las desnudistas del Crazy Horse de París que, naturalmente, no mostraban un striptease completo, pero que hacían gran efecto en la platea. Así como recordarán también al grupo de rock and roll de Colin Hicks, que estremecía con su ritmo avasallador.

Esas mismas sensaciones experimentan los muchachos de Sarajevo, a comienzos de los años ‘60, cuando el mariscal Tito pretende alejarse del modelo soviético para llegar al comunismo ojalá en el año 2000, pero alejándose del subdesarrollo.

Dolly Bell es sólo una ilusión fílmica para Dino (Slavko Stimac, 1960) hasta que un delincuente le paga para que oculte en la palomera de su casa a una prostituta (Ljiljana Blagojevic, 1955), que usa ese nombre artístico.

El despertar sexual va acompañado por la exigencia de formar parte de un grupo musical, que contrarrestará la criminalidad, y su pasión por la hipnosis, como ciencia que hará realidad los ideales políticos de su padre. Éste último, comunista ortodoxo, suele llegar a la casa borracho y organiza las reuniones familiares como si fueran una sesión de partido. Como puede verse, son todas prácticas de ilusionismo que reemplazan a los crudos hechos.

Una vida gris, que trata de ser coloreada por el Ventiquattromila baci de Adriano Celentano y la actividad de guitarrista. Pero las ilusiones (el sexo sin amor, la política sin convicción) se diluyen en una realidad escuálida y restringida.

Me recuerda la sociedad chilena de no hace mucho tiempo y me duele. No se aprecia un skyline, pero sí se destacan opresivos edificios de departamentos en construcción, con sus respectivas y terroríficas grúas.

La película tiene secuencias de antología: el almuerzo en la casa de la tía, el espectáculo callejero, pero sobre todo cuando el hijo acompaña al padre a internarse en un hospital que —con su reja de ingreso— más parece una prisión.

Sarajevo, que alguna vez fue considerada una de las más importantes del Imperio Otomano, habría de pagar caro el ser la capital de la República de Bosnia y Herzegovina.

Poco después de una década de haber sido filmada la película, sufrió un asedio que duró del 5 de abril de 1992 al 29 de febrero de 1996. Murieron 12.000 personas y 50.000 resultaron heridas durante el asedio, de las cuales el 85% eran civiles. La población disminuyó a un 64% de la que era. ​

Antes de terminar el relato, el traslado a la casa popular aparece como un primer paso hacia una vida mejor.

Kusturica probablemente no sabía lo que iba a pasar, pero tal vez lo presentía. Y su pregunta conserva toda su validez: ¿Nos acordaremos de Dolly Bell?

(“Sjecas li se Dolly Bell”. Yugoslavia, 1981)
 

 VER FILM:

“¿TE ACUERDAS DE DOLLY BELL?” 

 

PRODUCCIÓN:
Elena

 

 

 

 

 

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