“AVATAR – EL CAMINO DEL AGUA” — JOBLAR COMENTA ESTRENOS DE CINE

Más que una película, es un espectáculo cinematográfico con enorme capacidad de recursos fotográficos e interpretativos. Ello no quita que James Cameron, como siempre, entregue algunas claves interpretativas para los espectadores más perspicaces y mensajes subliminales para los que sólo buscan entretenerse…

 Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)

Círculo de Críticos de Arte de Chile

Se pidió a los críticos cinematográficos que no fueran spoilers y es una petición que acojo con gusto, puesto que esta nueva superproducción de James Cameron (nacido en Ontario, Canadá, 1954), tiene muchas aristas que van más allá de la simple fábula o de ser el desarrollo de la segunda aventura de una serie de cinco que tiene programadas.

Los que vieron Avatar en 2009. se adaptarán fácilmente a esta realidad paralela, en la que aún existen trazas de seres “humanos”, pero definitivamente nefastos. Ahora también existen los avatares negativos de terrícolas sanguinarios como el coronel Quaritch, que me recuerda al protagonista de la novela  El corazón de las tinieblas (Heart of Darkness, 1899), de Josef Conrad, que ha pasado a ser universalmente conocido por la adaptación de John Milius para la película Apocalypse Now, de Francis Ford Coppola, que transfirió la acción del Congo belga a la Guerra de Vietnam.

En efecto, Quaritch es un engendro redivivo de los coroneles Kurtz y Bill Kilgore (Robert Duvall), con mensajes cruzados para personajes de Stanley Kubrick, tanto los de Nacido para matar (Full Metal Jacket, 1987), como los del Doctor Insólito (Dr. Strangelove or: How I learned to Stop Wprrying and Love the Bomb, 1964).

Se combina así el atávico deseo de destrucción del homo sapiens, todo locura y violencia, con la ambición que genera el dinero y los falsos ideales de “misiones salvadoras” o de ocupar espacios de supervivencia (en este caso la Tierra está moribunda y se busca un nuevo “hogar”). A ello aquí se agrega la presencia de depredadores émulos de los balleneros de otros tiempos.

Pero es necesario ir por partes. Un tema importante (y que ocupa un gran espacio del film), es el de la aculturación. Ante una nueva invasión terrícola, la familia na’vi de Jake y Neytire, que es arbórea, pide y recibe asilo en el pueblo de los metkayina, que son una civilización acuática. A pesar de la afinidad que surge de inmediato entre una jovencita del lugar y uno de los hijos de los recién llegados, existe una natural resistencia. Pero aquí no se trata de xenofobia para con emigrantes que llegan de otro país, sino de los problemas de inserción como los de las minorías estadounidenses sin ciudadanía. O de los pueblos originarios latinoamericanos en los países que les toca habitar, siendo rechazados por los invasores europeos.

Otro tema es el del enfrentamiento de seres frágiles armados de valor y armas primitivas contra eficientes y aparentemente indestructibles máquinas de la muerte. Se renueva el mito bíblico de David y Goliat o el épico encuentro de Héctor y Aquiles. Todo con gran tensión, montaje, música y fotografía impecables. No por nada, James Cameron ha estremecido a las plateas con Terminator (1984), Aliens (1986) y otros títulos que prefiero no recordar para que no sea tan denso este comentario.

También el mundo submarino tiene una especial belleza y – así como lo presentó en El secreto del abismo (Abyss, 1989) —en este caso, las tomas submarinas, con apneas de varios minutos, son de una belleza sublime—. Me hicieron recordar una película que vi cuando era niño: La reina del mar (Million Dollar Mermaid, de Mervyn Le Roy, 1952), con Esther Williams.

Pero aquí a la fantasía del ballet acuático se une la magia de las visiones oníricas que aportan información acerca de los personajes.

Un capítulo aparte es la extinción de los tulkun, seres acuáticos con aspecto de cetáceos que hacen recordar a las ballenas terráqueas. Son muy inteligentes y gregarios, tienen un sistema de comunicación y son cazados por inescrupulosos que buscan sólo el fluido de una de sus glándulas vitales, porque retarda el envejecimiento. No hay que olvidar que las ballenas han sido casi extinguidas por el hombre para obtener su aceite, que servía para las lámparas y para confeccionar margarina. Allí retumba la mítica figura de Moby Dick, exaltada también por Ron Howard en su película En el corazón del mar (In the Heart of the Sea, 2015).

Finalmente, no falta el homenaje a su obra maestra: Titanic (1997), que se manifiesta en una extensa secuencia que el espectador reconocerá sin duda.

¿Cómo consigue el director y guionista mantener el interés durante tres horas con 12 minutos? Además de tratarse de cine de excelente factura, recurre a un antiguo expediente: el cliffhanger. ¡Sí! Como las seriales de antaño que se interrumpían dejando al “jovencito” en peligro, pero que se sabía que tenía que salvarse.

Todo esto, sin necesidad de desviar la atención con mensajes políticamente correctos o incorrectos. En mi opinión, James Cameron ¡no es un improvisador ni un aficionado!

(“Avatar – The Way of Water”. USA, 2022) 

TRAILER:
“AVATAR: EL CAMINO DEL AGUA”
 

PRODUCCIÓN:
Disney Studios

 

 

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