En parte autobiográfica, es una película que puede excitar la morbosidad de un cierto tipo de público que busca algún aspecto obscuro de la vida de Steven Spielberg. Y el gran director, productor y guionista, no tiene inconveniente al respecto, pero aprovecha para sugerir segundas lecturas…
Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)
Círculo de Críticos de Arte
Supongo que muchos escribirán sobre esta película y emitirán opiniones parecidas acerca de la biografía de Steven Spielberg, buscando puntos débiles o morbosos sobre uno de los grandes realizadores de Hollywood. En particular, es probable que se le exalte como aquél que superó todos los obstáculos (a partir de su credo religioso), y —cual E.T., Indiana Jones, un sobreviviente de la Lista de Schindler o de Jurassic Park o de los que buscaban al soldado Ryan—, se impone por sobre todos los eventos negativos. O sea, es el símbolo del nietzcheano superhombre que hace realidad la tríada tesis-antítesis-síntesis.
Yo prefiero limitarme a tres momentos, que me permiten una vez más hacer realidad mi perspectiva semiótica, que sostiene que la obra de arte “funciona” sólo cuando el receptor pasa a ser un solo ente con el emisor y su mensaje.
El primer momento, es el del comienzo, cuando llevan a un temeroso Sammy a ver El espectáculo más grande del mundo, de Cecil B. DeMille. Se trata de una anécdota que me cala muy hondo, puesto que yo vivía en Castro y también tenía seis años cuando llevaron a toda la escuela a ver esa película en el Cine “Rex”. Al día siguiente, tuvimos que hacer un dibujo de un momento de la película. ¿Y qué creen que dibujé yo? ¡Justamente! El tren que choca contra el auto y se descarrila.
El segundo momento, que me recuerda Blow Up de Michelangelo Antonioni, es la secuencia en la que Sam edita la película de las vacaciones y descubre lo que el público ya había entendido desde el primer momento, mientras que el asopado padre (Paul Dano), no veía o no quería ver. Mientras que Sam (Gabriel LaBelle), desarrolla su trabajo, su madre (una extraordinaria Michelle Williams), interpreta en el piano la presunta obra BWV 974, de Johan Sebastian Bach, que es un plagio del Concierto para oboe y cuerdas en re menor de Benedetto (o Alessandro) Marcello.
No creo que Spielberg lo haya puesto por casualidad: es verdaderamente un símbolo de traición y apropiación de lo ajeno abusando de la amistad.
Y, antes de pasar al tercer momento, me siento en el deber de dar una opinión. La primera parte de la película parece una comedia de Woody Allen, que incide en la privacidad de una familia judía y su forma paralela de forjar su existencia. En la segunda parte, aparece una especie de ángel redentor (Chloe East), que podría ser una versión cristiana de Amy Irving con aspecto disneyano de Annette Funicello. Podría ser otro de tantos homenajes.
El tercer momento es el epílogo, con un John Ford interpretado por otro “monstruo”, como David Lynch, que es definitivamente inolvidable.
Y el último plano secuencia es la puesta en marcha de la enseñanza del genio: el horizonte de la acción está arriba y abajo; lo que queda al medio es “shit”.
(“The Fabelman”. USA, 2022)
TRAILER DEL FILM:
“Los Fabelman”
PRODUCCIÓN:
Universal Spain
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