“HUESERA” — JOBLAR COMENTA ESTRENOS DE CINE

Película escrita y realizada al femenino, en la que el terror se externaliza en el miedo que tiene una mujer joven de asumir responsabilidades para las que no está —y tal vez nunca esté—, preparada. Una variante del género que podría dar paso a un nuevo filón…

Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)

Círculo de Críticos de Arte de Chile

 El cine mexicano ha producido desde sus inicios películas de terror y —sin ir más lejos—, hace poco se estrenaron dos títulos cuyo comentario pueden leer en el archivo de www.candilejas.cl: Mal de ojo, de Isaac Ezban (2022) y El exorcismo de Dios, de Alejandro Hidalgo (2022).

Esto quiere decir que Huesera tiene un público asegurado, pero no quiere decir que se va a asustar por ver monstruos o apariciones espeluznantes: va a bastar la aparición de una araña, romper un espejo o una lactante que deja de llorar.

Los que quieran clasificar o criticar este film exclusivamente en el género del horror, se equivocan. En realidad, el miedo está en el asumir responsabilidades como el ser madre, insertarse en otra clase social o ir contra la naturaleza sexual.

Quiero hacer notar que todo se inicia en la comunidad El Ahuehuete (Ocuilan, a 92 km de Ciudad de México), donde se encuentra la gigantesca Virgen de Guadalupe, constituida por 110 toneladas de bronce y que tiene 33 metros de altura. Fue inaugurada el 13 de febrero de 1917 y, para llegar hasta ella, es necesario subir 640 escalones y otros 760 si se quiere llegar hasta el mirador que está en la cabeza del monumento.

Una panorámica hace desaparecer la presencia de los peregrinos y es una alegoría de cómo se siente Valeria, la protagonista (Natalia Solián), ante los problemas que la agobian.

Y la verdad es que la joven debería ser feliz, pero no lo es. Casada con un profesional exitoso, que la ama y la protege, no es feliz. El hecho de saber que va a ser madre, en vez de alegrarla, la preocupa. Ella no lo dice (y es lo más logrado de la película), pero su actitud ante el resto deja en evidencia que no quiere entrar en el mundo de la maternidad y los sacrificios que ello implica. Tiene malos recuerdos (como cuando se le cayó un bebé que quedó retardado mental para siempre), y empieza a alucinar con una entidad malvada que invade su departamento de mujer acomodada (lejano, por ejemplo en el equipamiento de la cocina, de los otros en que le tocó vivir).

Hay una toma en la que se ve desdoblada, que es fundamental para entender su contradictoria situación. Cree ver el suicidio de una persona desde un balcón del condominio, oye decir que la araña (cuya simbología está también en el respaldo entretejido de la cuna), es madre y depredadora, pero también que se construye una casa que es cárcel.

El flujo del suspenso antes del parto hace recordar El bebé de Rosemary (Rosemary’s Baby, de Roman Polanski, 1968), pero los hechos posteriores a éste son el típico síndrome depresivo del postparto, que aquí se tiñe de fúnebres presagios, incluida la muerte del perro de la casa de sus padres.

La secuencia del velador donde una pequeña pantalla reproduce la cuna del bebé es equivalente a un plano secuencia de Michelangelo Antonioni.

¡No es todo! La existencia de Valeria es un conflicto permanente: pasar de chica rebelde de clase media baja a “señora acomodada” ha resultado ser un sacrificio, incluso desde el punto de vista sexual debido a sus tendencias homosexuales.

Ahora la percepción de la sociedad para con ella ha cambiado: tendrá que ser madre abnegada y protectora. Es allí donde —recurriendo al folklore azteca—, se evoca la figura de la “Huesera”, mujer que recolecta huesos para formar un cuerpo. Y Valeria siente que no sólo se está quebrantando su cuerpo (hay un par de episodios, además  que hace crujir sus metacarpianos ante los diferentes problemas).

Y también se hace presente la brujería, pero no es lo esencial. En efecto, conociendo su pasado se entiende qué secreto esconden esos hermosos y expresivos ojos indoamericanos. Con la ayuda de su tía, recurre primero a una curandera y después a un trío de sabinas para un conjuro.

En ésta, su opera prima, Michelle Garza Cervera (Ciudad de México, 29 de septiembre de 1987), plantea un drama femenino al ciento por ciento: la nascitura y recién nacida, la madre, la suegra, la hermana, la tía, la curandera, las “sabinas” constituyen el verdadero mundo físico y mental de Valeria. Y a ellas hay que agregar a Octavia (Mayra Batalla), su antiguo amor, que la lleva a asumir sus decisiones pasadas, presentes y futuras.

En la pieza de esta última, hay un cuadro que representa el aparato reproductor femenino como una crucifixión y para glorificar la libertad ante el mundo machista, ambas jóvenes llevan a cabo una intensa secuencia de amor lésbico, que supera incluso la realizada por Natalie Portman y Mila Kunis en El cisne negro (Black Swan, de Darren Aronofsky, 2010).

Agrego que el ardiente intríngulis de cuerpos incluye cunnilingus y tribadismo. Todo acto sexual tiene un nombre.

(Huesera. México / Perú, 2022) 

TRAILER DEL FILM:
“LA HUESERA”
 

 PRODUCCIÓN:
M10-CLIP

 

 

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