Buena película que, con estructura de biopic y dos relatos que se entrecruzan, no sólo presentan la vida del gestor de las armas nucleares, sino también invitan a reflexionar acerca del problema del Mal y la Humanidad…
Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)
Círculo de Críticos de Arte de Chile
Con excepción de Dunkirk (2017), todas las películas de Christopher Nolan –desde Memento (2000), hasta Tenet (2020)–, son enrevesadas.
La estructura de su relato exige un esfuerzo del público, que no puede participar gratuitamente, sino que debe compenetrarse dentro del mismo.
Tal vez, de tanto ver (y volver a ver) sus creaciones, me he acostumbrado a su estilo, pero creo que Oppenheimer es bastante lineal a pesar de que expone dos historias paralelas que se preocupa en distinguir: una en blanco y negro (para secuencias objetivas), y la otra en colores (para secuencias subjetivas), unidas por una banda de sonido que no se interrumpe.
En todo caso, Oppenheimer es mucho más que una biopic y creo poder identificar una segunda lectura.
Debo empezar por aclarar que se divide en tres actos: formación del físico sabio, la empresa de Los Álamos y las audiencias procesales. Cada uno de ellos tiene su propio ritmo y –en la medida que se desarrolla el relato–, éste se va intensificando, aumentando la presión de los acontecimientos.
Pero este relato se presenta con una estructura dúplice y se van alternando hechos acaecidos en 1954, cuando J. Robert Oppenheimer (Cillian Murphy), se defiende en audiencias privadas de la acusación de comunismo, y en 1958 cuando Lewis Strauss (un extraordinario e irreconocible Robert Downey Jr.), debe demostrar su idoneidad como Secretario del Comercio en el gobierno de Eisenhower. Así el público se enterará de sus principios como estudiante (que incluyen un intento de matar a un profesor con una manzana envenenada), y su interés por los agujeros negros.
En un principio, se podría pensar en una película prosemita, porque casi todos los físicos (a partir de Albert Einstein) que aparecen son judíos y el mismo Strauss se hace llamar “Stross”.
Es justamente el temor a que los nazis alemanes sean capaces de crear una bomba atómica lo que lo mueve a Oppenheimer a modificar sus intereses y a acceder a hacerse cargo del Proyecto Manhattan, exigiendo la construcción de la ciudad-laboratorio de Los Álamos en el medio del desierto de Nuevo México, a partir de 1942; así como Bugsy Siegel se ubicó en Las Vegas (Nevada), en 1946.
Desde la perspectiva que Nolan siempre sigue un hilo lógico y coloca señales que después reaparecen en otro momento, no es una casualidad que Robert y Jean Tatlock (Florence Pugh), interrumpan el acto sexual para que ella revise la biblioteca y encuentre un libro escrito en sánscrito. Ante su extrañeza, él le dice que no todo es Marx, Freud o Stravinsky. Además, le traduce un pasaje. Se trata del Bhagavad Gita, que él recordará expresamente el Trinity Day (16 de julio de 1945), cuando se producirá el “Big Bang” de la primera bomba atómica, con el riesgo de una reacción nuclear planetaria.
Ahí dirá, “ahora soy la muerte, la destructora de mundos”.
Pero Jean también reaparecerá en una secuencia subjetiva cuando Cathy, su esposa (Emily Blunt), verá a su marido sentado completamente desnudo frente a la Comisión, mientras la psiquiatra suicida, también completamente desnuda, está copulando instalada sobre él en la pose de la compenetración del Kamasutra y en su rostro se transparenta el orgasmo.
Y es que el director londinense, como siempre, trabaja en cuatro dimensiones y la del tiempo suele ser circular.
En el hinduismo, un avatar es la reencarnación terrestre de un dios: su equivalente grecolatina puede ser un semidiós como Prometeo y –en los créditos de entrada–, Nolan califica a Oppenheimer como un nuevo Prometeo.
En las tres horas que dura la película, nada es gratuito y –si me detuviera en cada personaje en cada detalle-, esta crítica tomaría varias páginas. Podría, por ejemplo, referirme al drama moral que remece al protagonista por haber dirigido la creación de un artefacto de muerte de tanta envergadura, sobre todo cuando ve que ya están tratando de inventar armas más potentes, como la Bomba H.
Me basta con mencionar dos episodios que son mucho más determinantes.
Cuando los miembros del ejército, bajo las órdenes del general Leslie Groves (Matt Damon), se llevan las bombas para lanzarlas en Japón, dicen al físico nuclear que “ya no le pertenecen”.
Y, cuando se entrevista con el Presidente Harry Truman (el camaleóntico Gary Oldman), le expresará que siente que tiene las manos llenas de sangre. Y el “primer mandatario” –que representa siniestramente la Encarnación del Mal-, se saca el pañuelo blanco del bolsillo de su vestón y se lo pasa mientras le dice: “¡Yo fui el que lanzó las bombas!”.
Y el otro episodio constituye el “Rosebud” de la película. Cuando Robert y Albert Einstein (Tom Conti) están junto al espejo de agua en el que caen algunas gotas y forman ondas concéntricas, que recuerdan bombas y una reacción en cadena, se intercambian unas palabras que hacen sospechar a Lewis Strauss que están hablando mal de él.
Y eso le produjo precisamente la reacción que se va acumulando durante todo el film.
Así como tal vez, insinúa Nolan, también se incubó su odio por un joven senador llamado John Fitzgerald Kennedy, que no votó por él en el Congreso.
Si les interesa, les dejo la tarea de escuchar lo que realmente dijo Einstein a Oppenheimer. Para no ser spoiler, me limito a señalar que tiene que ver con el destino de científicos como ellos.
Por mi parte, creo que todo el esfuerzo desplegado por Nolan y su equipo apunta a plantear el tema del Mal y la ausencia de Dios, que nunca es recordado. En realidad, no está el Dios judeocristiano que permite que existan las guerras y las armas de destrucción masiva. La inquietud hinduista de Oppenheimer podría tener puntos de contacto con la Paradoja de Epicuro (siglo III a.C.), o la Teodicea de San Agustín (siglo IV a.C.), o de Gottfried Leibniz (1710).
Muchas son las respuestas que se proponen, pero que el Mal existe… ¡existe!
(Oppenheimer. USA, 2023)
TRÁILER DEL FILM:
“OPPENHEIMER”
PRODUCCIÓN:
Universal Pictures México
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