Documento chileno acerca de la intimidad conyugal de una pareja en la que el marido tiene Alzheimer, lo que lleva a reflexionar acerca de la fragilidad del ser humano y del alcance que puede tener el amor…
Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)
Círculo de Críticos de Arte de Chile
La primera vez que vi el tema del Alzheimer en una película fue en Lejos de ella (Away from Her,de Sarah Polley, 2006), con Julie Christie; y la que realmente me remeció fue El padre (The Father, de Florian Zeller, 2020).
Pero se trataba de una gran actriz y un gran actor: su condición enternecía y generaba miedo (por la posibilidad de pasar por una experiencia similar), pero como espectador sabía que, terminado su trabajo, volverían a un normal envejecimiento.
Lo que impresiona en La memoria infinita (que para mí alude a La memoria prohibida, libro colectivo en el que participó), es que Augusto Góngora Labbé no actúa sino que es él con todo el deterioro producido por la enfermedad.
Se ve sí una breve actuación en una película y su trabajo como entrevistador (por ejemplo con Raúl Ruiz).
Desde el momento que la directora, Maité Alberdi, quiere presentar este drama como una historia de amor, ésta adquiere ribetes universales, porque puede ser la de cualquier pareja en cualquier parte del mundo.
La protagonista es Paulina Urrutia, actriz nacida el 15 de enero de 1969, que fue pareja de Góngora desde 1997, cuando ella había terminado una relación de siete años y él estaba separado de su primera esposa. Se casaron el 17 de junio de 2016, dos años después que le diagnosticaron la enfermedad de Alzheimer.
Nacido el 2 de enero de 1952 y fallecido el 19 de mayo de 2023, Góngora realizó una intensa labor contra la dictadura cívico-militar y era vastamente conocido. La misma Urrutia, al sentirse cortejada por este personaje 17 años mayor que ella, divorciado con hijos grandes, no lo podía entender. Ella misma ha declarado en entrevistas: “No tenía pechugas ni me había puesto poto”.
Sin embargo, la situación se dio. El ser humano es impredecible. Todo parece lábil e inestable y una mujer puede también asumir más el rol de madre adoptiva que de esposa o amante.
La directora, Maite Alberdi, se interesó en este caso en el 2018 y de común acuerdo empezaron los tres a “armar” la película.
El cine, como he recordado muchas veces, es un arte voyerista y las mejores pruebas de ello no las ha dado la producción pornográfica, sino directores como Alfred Hitchcock. Se trata de quebrantar la privacidad con una cámara y una firme intencionalidad de denuncia.
En esto la cineasta Alberdi se ha demostrado una experta con todas sus películas a partir de El salvavidas (2011): realmente sabe manejar la máquina con maestría y llega a evidenciar situaciones que dan pena e, incluso, excitan la morbosidad y la vergüenza ajena (como, por ejemplo, la crisis por la presunta pérdida de los libros).
Lleva también a pensar en la fragilidad humana y la demostración está patente en la intercalación de secuencias que presentan al “mino” Augusto Góngora y su posterior deterioro psicofísico. ¡Y nadie está libre! ¿Hasta dónde puede la fuerza del amor?
La película es selectiva y no presenta desaveniencias en la pareja. Pero, ante la cruda realidad, parece un cuento de hadas con final trágico. La pareja no tuvo hijos, porque Paulina no quiso tenerlos. El espectador tiene imágenes de los hijos del periodista, pero no se sabe nada de la primera esposa. ¿Esa relación no significó nada? ¿Paulina no tenía familia? ¿Las compañeras y compañeros de trabajo se volatilizaron?
Está claro que la pandemia colaboró con el enclaustramiento, pero ambos trataron de mantenerse vigentes asistiendo a espectáculos.
La memoria infinita puede ser infinita, pero no procura agotar el tema. Y tal vez no sea posible. Con lo que entrega es suficiente.
(La memoria infinita. Chile, 2023)
TRAILER DEL FILM:
“La memoria infinita”
PRODUCCIÓN:
Market Chile
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