“WISH: EL PODER DE LOS DESEOS” — JOBLAR COMENTA ESTRENOS DE CINE

¿Réquiem para el cine de animación de Disney? Esta película cierra el ciclo vital de una productora que supo entregar fantasía, además de manipular las mentes familiares por un siglo completo…

 Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)

Círculo de Críticos de Arte de Chile
 

Me he preguntado en buena fe por qué me aburrió esta película. ¿Por qué no soporté los números musicales? ¿Por qué no se me “pegó” ninguna de las canciones? ¿Por qué el relato me pareció monótono y sin gracia? ¿Por qué no recuerdo siquiera cómo termina, con excepción del viejo centenario que entona su canción? ¿Qué es lo que no funcionó?

El relato es sencillo y lineal: en la Isla de Rosas, el rey Magnífico atesora los deseos de sus súbditos que se los entregan al cumplir los 18 años. Como globos flotantes, esperan el momento en el que el soberano —con su magia—, los hará realidad.

Asha tiene 17 años y postula al puesto de aprendiz de hechicero. Pero el mismo día que se presenta, tiene la mala idea de exigir que se libere el sueño de su abuelo de 100 años. Éste consiste en que todos los habitantes del reino sean capaces de interpretar música. El monarca —al igual que muchos de sus iguales en el mundo real—, reacciona violentamente, porque es un riesgo para la paz de la nación (¡!).

La jovencita recurre entonces a una estrella para robar el sueño, lo que la transforma en una “activista”. 

Con esto basta, ya que lo que me interesa es el trasfondo político que tiene esta situación.

El verdadero protagonista es Magnífico, que en su magnificencia —como cualquier político para mantenerse en el poder—, promete la felicidad, pero él decide cuando entregarla, lo que puede significar ¡nunca! Es la metodología de un gobierno totalitarista con una religión organizada, que genera expectativas que inducen a la obediencia con la esperanza de un bienestar que no llega jamás. Todo ello, sobre la base de un individualismo desenfrenado (del tipo “¡con mi plata, no!”), que genera la anomía y el manejo de las conciencias: “¡Esa es mi opinión! ¡Yo respeto la suya!”. Que la gente cante en grupo ya es un gran riesgo.

La esperanza está en las estrellas, como lo fue para el pobre Geppetto, que sólo quería tener un hijo. Y Asha es también una especie de Hada Madrina de Cenicienta acompañada de Siete Enanos y que —en algún momento—, podrá contar con la presencia de Peter Pan.

Esta película es un homenaje a los 100 años de los Estudios Disney. Pero ¡qué mal homenaje!

Además de su desarrollo monótono, los animalitos coprotagonistas y la estrellita resultan antipáticos. Si en El libro de la selva (1967), se caricaturizaban todos los problemas políticos de Estados Unidos, aquí el gran problema es la gobernabilidad que se expresa en una pseudodemocracia, que no puede ser resuelta con una anarquía instintiva y sin base ideológica.

Cuando contemplé los créditos de cierre y vi aparecer los personajes de los 61 “clásicos” que anteceden a este, tal vez último y definitivo, me sentí engañado, manipulado por una fábrica de deseos que basaba su permanencia en su repetición programada. Era realmente una industria de reflejo condicionado: los padres veían la película cuando niños y —más adelante— iban a verla con sus hijos y sus nietos. La película permanecía en el recuerdo hasta su reestreno y ganaba nuevos adeptos. Por ello, el estudio Disney tenía tanto éxito. Pero esa cadena se rompió con el Beta, el VHS, el DVD, el Blu-ray y —sobre todo—, con el streaming.

Ya no existe la necesidad generada por la espera y los nuevos héroes y heroínas apuntan hacia la inclusión y hacia una pseudoarmonía universal.

Las películas precedentes cumplían con sus objetivos: asustaban (la bruja de Blanca Nieves), hacían llorar (la muerte de la madre de Bambi, las desventuras de Pinocho), mareaban (las locas vicisitudes de Alicia en el País de la Maravillas), hacían desesperante la ausencia del padre (Dumbo), hacían odiar a las madrastras (La Cenicienta), hacía parecer como aceptable la esclavitud (La Canción del Sur).

Y la música era fascinante: siempre el público salía entonando alguna de las canciones.

Pero ese tiempo ya pasó. Incluso la línea live action (con grandes clásicos como 20.000 leguas de viaje submarino o Pollyanna), fue aniquilada primero por la productora Touchstone y después por la decisión de transformar los cartones animados en personajes reales.

Me parece que la compañía ya cumplió su ciclo. Quedan los parques temáticos y el merchandising, pero “la magia Disney” ya está encapsulada como los deseos del Magnífico.

Wish: el poder de los deseos, para mí es un réquiem poco digno.

(Wish. USA, 2023)

TRAILER DEL FILM:
“WISH: El Poder de los Deseos”
 

 PRODUCCIÓN:
Disney Studios LA

 

 

 

 

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