Panegírico de la primera presidenta del Parlamento Europeo, que podría correr el riesgo de ser el típico mensaje prosemita. Felizmente, Olivier Dahan logra darle un cariz más ecuménico…

 Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)

Círculo de Críticos de Arte de Chile

Es necesario aclarar desde ya que esta Simone Veil no es la Simone Weil (París, 3 de febrero de 1909 – Ashford, 24 de agosto de 1943), que fue compañera de Simone de Beauvoir en la Escuela Normal Superior de París y que participó en la lucha contra Franco y los nazis.

Ambas eran judías, pero la segunda dejó escritos místicos y nunca estuvo en un campo de concentración.

Simone Veil, cuyo apellido de soltera fue Jacob y era hija de un próspero arquitecto judío, sí estuvo en Auschwitz y sobrevivió.

Creo que el mejor logro de la película es no haberle dado una continuidad cronológica lineal. De hecho, la primera y última secuencias están simbolizadas en un vaso con una flor, acompañadas de un limón sobre una mesita de jardín.

Simone empieza a escribir las memorias de su larga vida (vivió casi 90 años, nació en Niza el 13 de julio de 1927 y murió en París el 30 de junio de 2017), y la cámara se preocupa de recrear los momentos más salientes de su existencia con una precisión caligráfica.

Todo comienza con la discusión de la ley que lleva su apellido y que fue promulgada en el gobierno de Valéry Giscard d’Estaing (1975), por la que se despenalizó el aborto en Francia, mientras ella era ministra de Salud. La discusión, que habría sido un aburrimiento total en una película estadounidense, es presentada de forma novedosa con las imágenes en primer plano de los parlamentarios que, con pocas palabras, aprueban o desaprueban.

Me recordaron los argumentos de los congresistas chilenos.

Se deja constancia también que fue la primera mujer en presidir el Parlamento Europeo de Estrasburgo desde 1979 hasta 1982, y miembro del Consejo Constitucional de Francia.

Poco a poco, la acción se va al pasado con su permanencia y supervivencia, como prisionera de los nazis. Allí está la posible debilidad de la película, porque tiende a transformarse en la típica producción prosemita que muestra a los judíos como las únicas víctimas del Tercer Reich, que es fuertemente discutida en el día de hoy por la actitud de victimarios de los israelitas sionistas. Incluso, en una visita a Israel, éste parece ser el paraíso terrestre que ha sido ocupado nuevamente “por voluntad divina”. Incluso llevaría a pensar que su interés por la integración europea podría tener un interés integrista: no por nada, hasta su muerte fue presidenta honorífica de la Fundación por la Memoria de la Shoah.

Pero el director, Olivier Dahan —que ya estremeció al público con La vie en rose (2007), biografía de Edith Piaf, con la extraordinaria actuación de Marion Cotillard,  prefiere no entrar en el juego proselitista y muestra los sufrimientos de Simone como la base para luchar contra la injusticia.

Es así como escoge ser abogada y seguir la carrera judicial. Su acción se desarrolla en las cárceles, consiguiendo mejorar el régimen de vida de los presidiarios y las presidiarias, incluso viajando a Argelia. Eran culpables, pero eran seres humanos, como también lo eran l@s drogadict@s.

Ella, que había tocado fondo experimentando sobre sí la maldad, se dio cuenta que en el mundo que vivía ahora también ésta existía y era necesario combatirla. Y podía echar en cara a los que la amenazaban: “¡Yo que conocí a las SS no tengo miedo de ustedes!”.

Es una película que no se puede contar, porque hay que verla. Creo que sí debo señalar un detalle: el apoyo que siempre tuvo de sus hijos y su marido, sobre todo cuando tuvo que dejar de lado a su familia para llevar adelante su programa en pro de la Humanidad.

(Simone, le voyage du siècle / Simone Veil, a Woman of the Century, Francia, 2021)

Esta película forma parte del Ciclo Mujeres en primer plano, programado por Cinépolis en marzo de 2024.

 TRÁILER DEL FILM:

“SIMONE, LA MUJER DEL SIGLO”

 PRODUCCIÓN:
Tráileres y Estrenos

  

 

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