Cinta japonesa que presenta los riesgos de un mundo occidentalizado. Cuatro perspectivas que hacen de cada personaje (y del público mismo), un “monstruo”…
Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)
Círculo de Críticos de Arte de Chile
Cuando era preadolescente, vi una película que me marcó para siempre: Vivir (Ikiru, de Akira Kurosawa, 1952). La recomendó nuestro querido profesor de castellano, don Mario Salas Santibáñez, y tuve la oportunidad de disfrutarla (y padecerla), en el cine Avenida Matta.
Muchos años más tarde, descubrí que se inspiraba en una novela breve de Lev Tolstoi: La muerte de Iván Ilich, publicada en 1886.
La temática es universal, tanto en Japón como en Rusia o como en Chile: trata de la revisión de una vida inútil cuando se acerca la muerte. Pero lo que me sorprendió fue la puesta en escena, porque los hechos transcurren a mediados del siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial.
Ya no era el vestuario ni la ambientación que habría de ver en Los siete samurái (Shichinin no samurái, del mismo Kurosawa, 1954), o El hombre del carrito (Muhômatusu no isshô, de Hiroshi Inagaki, 1958). Mucho menos el Japón edulcorado de los norteamericanos, que habían lanzado las bombas atómicas, querían hacerse los simpáticos con películas como Sayonara (de Joshua Logan, 1957), o La casa de las tres geishas (Cry for Happy, de George Marshall, 1961).
En pocas palabras, Vivir me hizo comprender que —con sus costumbres y actitudes—, también los japoneses eran seres humanos y no figuritas cinematográficas de teatro de títeres.
Toda esta introducción me sirve para exponer mi estupor al haber visto esta película de Kore’eda Hirokazu y constatar que Japón, se muestra occidentalizado y para peor.
¿Quién es el “monstruo”? En un primer momento, pareciera ser el prof. Hiro que habría dicho: “Cuando a un niño se le transplante el cerebro de un cerdo, ¿sigue siendo un niño o se trransforma en un cerdo?”. Saori, la madre de Minato, un niño silencioso y reservado, acude a la escuela y tiene un primer choque con Makiko, la directora. ¿Es su hijo el “monstruo”? Además, poco a poco, se va descubriendo una amistad escondida de Minato con Yori, un compañero de estudio al que le hacen bullying por considerarlo afeminado.
Lo que ocurre es que la historia (como en la legendaria Rashomon), tiene cuatro puntos de vista y la realidad cambia según la perspectiva, que se vuelve a presentar desde ángulos diferentes, como en el episodio del baño escolar o del tifón.
En ese sentido, la fotografía consigue maravillas: un contrapicado desde los pies de un niño; una panorámica desde un balcón hacia un incendio; un travelling desde un auto que se estaciona marcha atrás; subiendo varios pisos por las escaleras de una escuela. La cámara escudriña y la secuencia subjetiva informa acerca de quién está mirando.
Hay muchas razones para estigmatizar a las personas, sobre todo cuando todo se funda en rumores malintencionados: una explicación equivocada, la presencia en un prostíbulo, la afición por la música, la relación de amistad que se interpreta como homosexualismo.
Ante tanta crueldad, también el público puede ser un monstruo.
(Kaibutsu / Monster. Japón, 2023)
TRAILER DEL FILM:
“Monstruo”
PRODUCCIÓN:
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