“LAZOS DE VIDA” — JOBLAR COMENTA ESTRENOS DE CINE

Basada en hechos reales, con extraordinarias actuaciones y puesta en escena, deja un sabor amargo si se reflexiona acerca de la perfidia del ser humano…

 Por José Blanco Jiménez
(JOBLAR)

Círculo de Críticos de Arte de Chile
 

El título original (One Life) alude al “Save One Life. Save The World” (“Salva una vida. Salva al mundo”).

La historia es verdadera e invita a reflexionar acerca del ser humano, que tiene la posibilidad de comportarse como una bestia o de conseguir grandes metas arriesgando su propia vida por salvar vidas ajenas.

La familia de Nicholas Wertheim era judía alemana y emigró a Inglaterra cuando surgió el nazismo. Cambiaron su apellido en Winton, bautizaron al hijo y pasaron a formar parte de la Iglesia Anglicana.

El padre era banquero y, a los 29 años, Nicholas Winton era agente de la Bolsa con buena situación económica. En ese momento, estaba por comenzar la Segunda Guerra Mundial y la expansión alemana —aceptada por la Gran Bretaña—, amenazaba con invadir Checoslovaquia.

Fue en 1938 que su amigo Martin Blake le pidió ir a Praga para ayudar a coordinar las operaciones del Comité Británico para los Refugiados, a cargo de una desesperada Doreen Warrinwer que, con escasos recursos, debía mantener sobre todo a niños que huían de las provincias amenazadas.

Al ver a centenares de seres famélicos y desamparados, tomó la decisión de salvarlos de la muerte y se propuso una misión que parecía imposible, consiguiendo su adopción por familias inglesas. Pero se necesitaba romper con la burocracia y de ello se encargó su madre (interpretada por Helena Bonham Carter, que está sensacional), y de una gran cantidad de dinero (50 libras esterlinas de ese tiempo por cada uno, como fianza), que lograron juntar sus amistades y los futuros padres adoptivos.

Como siempre, no voy a contar la película porque hay que verla. Las actuaciones son extraordinarias: Anthony Hopkins, como siempre, se supera a sí mismo (lo que ya parecía imposible), y el cuarentón sudafricano John Flynn estudió de tal manera a Hopkins que ES realmente Nicholas cuando joven.

Salvó a 669 pequeñuelos de los campos de exterminio. Pudo organizar siete trenes, pero el octavo “desapareció” el 1 de septiembre de 1939 con sus 250 ocupantes, que se sumaron a los 15 mil niños asesinados en Checoslovaquia durante la guerra.

Pero, escribiendo con toda responsabilidad, esta película que James Hawes ha ya transformado en un clásico por su suspenso, realismo y puesta en escena, me ha dejado un sabor amargo.

Si bien es cierto que alguien podría decir que Winton actuó así porque era de origen judío, no tenía ningún deber de hacer lo que hizo ni de correr tanto riesgo. La religión judía exige a sus prosélitos amar al prójimo, o sea, al miembro de su propia tribu, porque es la única manera de conservar unido a un pueblo nómada.

Nicholas, en cambio, como converso, prefirió actuar como cristiano y ser el buen samaritano. ¿Pero lo fueron sus conciudadanos anglicanos? Su acción caritativa histórica fue reconocida sólo en 1988 al transformarse en temática de un programa de televisión: That’s life!

La reina Isabel II lo hizo caballero en 2002 cuando ya tenía 93 años. Tal vez esperaban que se muriera antes, pero vivió hasta los 106.

Para el programa se juntaron muchas y muchos de las y los niños que salvó, ya adultos, con apellidos cambiados por adopción o por matrimonio. En medio siglo, ¿nadie se acordó de su salvador? ¿O pensaron siempre que tenía la obligación de hacer lo que hizo? ¿Cuántas y cuántos de ellas y ellos están de acuerdo ahora con que sus compatriotas israelitas quieran exterminar a las niñas palestinas y niños palestinos así como lo intentaron con ellas y ellos los alemanes? Entre los salvados, el Sr. Yitzchok Tuvia Weiss llegó a ser Gran Rabino de Edah Haredit, en Jerusalén. Nunca he sabido que haya levantado la voz para condenar el expansionismo sionista. Tampoco he sabido de homenaje alguno del conocido cineasta Karel Reisz.

Recuerdo que en la película el primero que le pone problemas a Nicholas para expatriar a las futuras víctimas del nazismo, es un rabino, que le exige ser judío y que las familias adoptivas sean judías. Quedan claras dos actitudes: el egoísta “amor al prójimo” de la Torah y la desconfianza en todo aquél que no pertenece a la religión judía.

Sigo pensando que Thomas Hobbes tenía razón cuando expresó “Homo homini lupus”.

(One Life. Gran Bretaña, 2023)

 

TRÁILER DEL FILM:
“LAZOS DE VIDA”

 DISTRIBUCIÓN:
Cinépolis

 

 

 

 

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