Partiendo de casi una anécdota histórica, la película plantea el tema del poder manipulado por los instintos. Todo en clave femenina y con un sarcasmo feroz del director griego Yorgos Lanthimos…
Por JOBLAR
Miembro del Círculo de Críticos de Arte de Chile
Hace algún tiempo, una abogada que había sido jefa del SERNAM y que era mi colega en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile —porque la habían hecho profesora—, me rebatió que la condición sexual no influía en las decisiones de los magistrados.
Desgraciadamente para ella los hechos demostraban otra cosa: una jueza lesbiana había dejado libre a un violador de niños; un juez no alcanzó a dejar libre a una banda de pedófilos porque lo sorprendieron en un sauna gay; un ministro de la Suprema exclamó que los desaparecidos lo tenían “curco”…
También hace algún tiempo, comentando la película La otra (The Other Boleyn Girl, de Justin Chadwick, 2008), expresé mi molestia porque Enrique VIII tomara sus decisiones de la cintura para abajo y no razonara con la cabeza que tenía sobre los hombros.
Valga toda esta introducción para avalar la bofetada que lanza Yorgos Lanthimos al manejo del poder, como ya lo hiciera en El sacrificio del ciervo sagrado (The Killing of a Sacred Deer, 2017), que ya comenté en su momento.
Se parte de un hecho casi anecdótico. La reina Ann Stuart era lesbiana y se dejaba manejar por su amante, Lady Sarah Marlborough, incluso (y sobre todo) en cuestiones de Estado, como la guerra y los impuestos.
Todo marcha a la perfección, hasta que aparece Abigail, una noble en decadencia transformada en prostituta, porque su padre la entregó para pagar una deuda de juego. Es una trepadora y no va a detenerse hasta ser la nueva favorita de la reina, que es una criatura frágil y de salud precaria: vive para sus 17 conejos, que reemplazan a los hijos que perdió y toma sus decisiones apelando a su necesidad de cariño. Declara sin empacho: “¡La prefiero porque me mete bien la lengua!”…
Por su parte, la recién llegada logra hacerse casar con un coronel al que masturba en la noche de bodas, mientras piensa en voz alta acerca de sus planes.
Todo en un marco histórico absolutamente auténtico. En una Inglaterra anquilosada, los políticos —con sus trajes y pelucas— recuerdan los retratos realizados por Fra’ Galgario, a comienzos del Siglo XVIII, en los que las personas desaparecen dentro de sus vestuarios.
La guerra con Francia no atraviesa los muros del palacio real, que vive su pequeñez incrementada por el gran angular eye-fish, que deja en evidencia el poder ilimitado de seres cuyas vidas en sí no son más que apariencia. Y el sarcasmo del director griego es feroz.
Un solo comentario con respecto de las actrices. Olivia Colman está bien como la reina, pero sus dos rivales están mal escogidas: Rachel Weisz tiene un aspecto marcadamente medio oriental, y Emma Stone, con su sesgo norteamericano, se parece cada vez más a Amanda Seyfried.
(“The Favourite”. Irlanda / Gran Bretaña / USA, 2018)
TRAILER DEL FILM:
“La favorita
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