Como simple ciudadano pensionado, que paga impuestos regresivos y tarifas abusivas de “servicios públicos”, me permito preguntar: “¿Quo vadis, Presidente?”…
Por José BLANCO JIMÉNEZ
Está claro que el hombre no ha aprendido nada de la historia y que “Historia magistra vitae” no pasa de ser una hermosa frase de Cicerón (De Oratore, II, 36).
Veamos un caso reciente acaecido en Chile.
Según reportó el Metro de Santiago, 80 de sus 136 estaciones presentaban daños producto de los “desmanes” ocurridos el 18 de octubre en la Región Metropolitana. Una cifra sin duda impactante, que lleva a pensar en hechos concertados y no simplemente espontáneos.
Pero lo que más me impresionó es que se filtrara una noticia acerca de que los responsables serían cubanos y venezolanos. Por casualidad, ¿ése era el enemigo poderoso contra el que estábamos en guerra, según Mr. President Piñera?
Cito la frase de Cicerón, porque esas informaciones me hicieron pensar en el incendio de Roma, acaecido en el 47 d.C. bajo Nerón y descrito por Tácito, del que fueron acusados los cristianos, perseguidos, torturados y asesinados.
La película Quo Vadis? (de Mervyn LeRoy, 1951), basada en la novela del polaco Henryk Sienkiewicz (1895-1896), da la culpa a un Nerón delirante, que interpretó a la perfección Peter Ustinov, candidato al Premio Oscar de ese año.
El personaje exclama: “Cuando haya acabado con los cristianos, la Historia no estará segura de que alguna vez hayan existido”.
Por su parte, Lactancio acusó a Diocleciano de haber iniciado la gran persecución a los cristianos el año 303, porque lo convencieron que habían sido los cristianos los que habían quemado el palacio que tenía en Nicomedia.
Dicho suceso ha sido calificado como el “Incendio del Reichstag del siglo IV”, en recuerdo de lo acaecido el 27 de febrero de 1933, cuando ardió el edificio sede del Parlamento de la República de Weimar y culparon a los comunistas, lo que permitió a los nazis acceder al poder.
También se recordó ese hecho cuando presuntamente al-Qaeda atacó las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, día en que —curiosamente— un grupo selecto de personas no fue a trabajar.
Hasta aquí la Historia, que —según parece— no enseña nada.
Pero vuelvo a la novela y a la película, porque —en medio de la persecución— el apóstol Pedro huye de Roma, junto a un niño llamado Nazario, y en la Via Appia se le aparece el Cristo como un resplandor. Siguiendo el texto extracanónico de los Hechos de Pedro, le pregunta “Quo vadis, Domine?” (¿Dónde vas, Señor?). Y el Maestro responde por boca de Nazario: “Roman vado iterum crucifigi” (“Voy hacia Roma para ser crucificado de nuevo”).
Yo siempre interpreté esa frase como: “En vista de que abandonas a tus ovejas, quiere decir que fui crucificado en vano. Por eso voy a Roma para ser crucificado de nuevo”.
Pero tal vez la explicación es más sencilla: le informa a su apóstol que debe volver para ser crucificado. Y regresa, se entrega y, por petición suya, es crucificado cabeza abajo.
Como simple ciudadano pensionado, que paga impuestos regresivos y tarifas abusivas de “servicios públicos”, me permito preguntar: “¿Quo vadis, Presidente?”