La temática no tiene nada de nueva, pero lo que remece es su actualidad. No se trata de injusticia para con los negros, sino para con todo aquél que es diferente y —por lo tanto— la comunidad le teme…
Por JOBLAR
Miembro del Círculo de Críticos de Arte de Chile
Cuando hace muchos años vi Matar un ruiseñor (To Kill a Mockingbird, de Robert Mulligan, 1962), quedé muy mal. La película, basada en una novela de Harper Lee, estaba vista con los ojos de un niño y yo era un niño en ese entonces.
Un joven negro era condenado por violar a una joven blanca, a pesar de que el abogado blanco que lo defendía demostraba lo contrario. En ese momento, Estados Unidos aparecía como el adalid de los Derechos Humanos en el mundo, matando pieles rojas, alemanes y japoneses. Pero los negros no tenían derechos y los que lucharon por ellos terminaron mal, como Martin Luther King, o los activistas asesinados en Mississippi en llamas (Mississippi Burning, de Alan Parker, 1988).
Nada ha cambiado. Buscando justicia está basada en hechos reales y recientes. Bryan Stevenson (interpretado por Michael B. Jordan) es un joven afroamericano graduado en Harvard que, en vez de hacer carrera en el norte de los Estados Unidos, prefiere defender a condenados a muerte. Y encuentra apoyo en una joven madre de familia (Brier Larson), con la que crea un servicio de apoyo jurídico gratuito.
En Alabama —donde incluso, como una burla sarcástica, existe un museo de Matar un Ruiseñor— descubre que, en el brazo de la muerte, está Walter McMillian (a cargo de Jamie Foxx), un hombre de raza negra acusado de homicidio de una muchacha blanca de 18 años. Se le condenó rápidamente, sin pruebas y un único testimonio falso. En realidad, había cometido un error: involucrarse antes sexualmente con una mujer caucásica.
Sería ocioso dar más información acerca del relato, que —por lo demás— es previsible. Lo que me interesa es evidenciar cuáles son los fundamentos maniqueos del director Destin Daniel Cretton, que se empecina en mostrar al clásico sheriff que para “tranquilizar a la comunidad” comete todo género de irregularidades. O al fiscal que, más que hacer su trabajo, se preocupa por “el bien de la sociedad”. Sin obviar la teoría de Cesare Lombroso (1835-1909) acerca de que la personalidad criminal se evidencia a partir de las anomalías físicas. No por nada, McMillian sostiene que “en Alabama te condenan cuando naces”.
Son hechos que ocurren en los años ‘90 y no dejan de ser preocupantes. ¿Los estadounidenses son intrínsecamente malos? ¿O es que tienen miedo del que es diferente? Los afroamericanos, desde que los llevaron a América en cadenas, no han vivido sino sobrevivido, y han sido tratados como animales. ¿Es el sentido de culpa el que produce el terror?
Aparentemente, para los chilenos podría “verse desde fuera”. ¿Pero, acaso, no ha quedado en claro varias veces que matar a un mapuche no es un delito, que las fuerzas policiales mutilan personas por la “tranquilidad social”, o que los jueces no cumplen con su deber contaminados por sus ideologías políticas, o por sus tendencias sexuales? ¡Sí! ¿Recuerdan que un ministro de la Corte Suprema dijo que lo tenían “curco” con los “detenidos desaparecidos”? ¿O que una jueza lesbiana dejó libre a un violador de niños? ¿O que un juez homosexual no alcanzó a dejar libre a una banda de pedófilos, porque lo sorprendieron en un sauna gay?
Muchas veces estas películas enseñan más de lo que cuentan.
(“Just Mercy”. USA, 2019)
TRAILER DEL FILM:
“BUSCANDO JUSTICIA”
PRODUCCIÓN:
Warner Bros Pictures Latinoamérica